Cartas
Un Chile más justo
Señor director:
Chile en estas últimas 4 semanas ha podido experimentar el malestar y sufrimiento de toda nuestra sociedad; dolores que se han ido acumulando en la ciudadanía en las últimas décadas, por la desigualdad e inequidad presente en nuestro país.
Como Fundación Ronda, organización que lleva 5 años trabajando por promover y visibilizar la importancia del respeto de los derechos humanos de comunidades con barreras de acceso, principalmente de personas con discapacidad, sentimos mucho dolor al ver cómo esta crisis ha desencadenado múltiples hechos de violencia, que se han expresado de diferentes formas y desde todos los sectores. Con esto, no nos referimos únicamente al saqueo de locales comerciales, o a los incendios de espacios patrimoniales, sino que también a los casos de uso desmedido de la fuerza policial, a no ponernos en el lugar de los empresarios y emprendedores sociales, que independiente del tamaño de sus organizaciones, se han visto afectados de alguna u otra forma, llegando muchos de ellos a no tener como pagarle a sus trabajadores a fin de mes, como también tener que despedir a muchos de ellos y por ende, que estos, no puedan llevar el sustento a sus hogares.
Otra forma de violencia de la que hemos sido testigos es la falta de tolerancia y respeto al escuchar la opinión del otro, lo que hoy está dividiendo a familias, amistades, grupos sociales o de trabajo, e incluso también la falta de empatía con el prójimo, que puede estar sintiendo en estos momentos miedo, angustia y/o inseguridad, viéndose afectados en forma individual, como familiar.
Estamos convencidos que, si bien es impostergable y urgente modificar nuestras leyes, normativas y dar paso hacía una nueva Constitución, temas para los cuales ya estamos trabajando, también creemos profundamente, que para que ocurra una real transformación en nuestra sociedad, requerimos crear un cambio cultural, sin individualismo. El camino es que forjemos valores como la empatía, la confianza, la colaboración, una auténtica generosidad y lo más importante, que veamos al otro sin categorizarlo, asignándole un mayor o menor valor por su apariencia física, su situación socioeconómica, el lugar donde vive, su nivel de estudios, entre otras, es decir que nos miremos los unos a los otros y veamos lo que nos hace ser iguales, ser personas. Para esto requerimos transformarnos como sociedad, que nos apoyemos, hasta que nuestra educación, desde temprana edad, incluya estos valores y que todos los sectores puedan ser beneficiados con esta, entendiendo que la educación debe ser integral y de calidad.
María José Escudero