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La loína que envió a más de 20 muertos olvidados a sus ciudades de origen

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l Bryan Saavedra López

Francisco Javier Cornejo es una persona que vive en la calle, probablemente tiene amigos momentáneos y un ruco donde cobijarse del frío. Pero hay algo más, le gusta empinarse botellas de cerveza y cajas de vino en su boca, y así pasa el tiempo.

El hombre murió afuera del estadio de Cobreloa producto de una cirrosis profunda y su cuerpo queda en la morgue, porque es de más al sur, de Llay-Llay y no tiene familia en Calama, y así pasa el tiempo.

Margarita Cornejo es la hermana de Francisco y se lamenta por no haberle entregado el tiempo suficiente al tío Pancho. Así lo llama su sobrina llamada Caroll Villegas, ella también se enteró de su muerte en Calama.

Los familiares supieron tarde del suceso y el cuerpo de Francisco permaneció quieto por siete años en la morgue y justo el día en que se cumplió este tiempo su cuerpo se fue en un avión, porque una mujer se encargó de enviar sus restos a su tierra.

Una mujer que ayuda a los borrachos, a los necesitados y a los que no encuentran a su familia o viceversa cuando parten de este mundo. Esto es algo de la vida de Juana Godoy.

Juana viste una polera blanca, algunas joyas adornan su cuello, usa pulseras, y mira sus recuerdos desde el living de su casa.

Antes vivía en Freirina, localidad de la III Región y durante septiembre de 1973, a la edad de 14 años junto a un grupo de amigos, ayudaban con meriendas a detenidos del sur que fueron los primeros prisioneros que llegaron al lugar.

A los 23 años viaja a Calama por temas laborales y termina casándose con Danilo, el padre de sus hijos.

- A mí me gusta ayudar a la gente porque a mí nunca me faltó nada- dice Juana con seguridad.

No le falta nada porque ya tuvo cuatro hijos, dos nietos y dos esposos. Ambos muertos por el alcohol, según ella. Jaime, uno de ellos incluso tenía mucha plata, pero perdió todo el dinero porque lo estafaron mucho y por el alcohol.

Este elemento le ha permitido conocer a personas que -de alguna forma- toman a Calama como un limbo entre sus vínculos familiares en otra ciudad y la vida que le inventan que ellos llevan acá.

La mujer cuenta que en la calle ha encontrado personas muy inteligentes que terminan muriendo de frío, en este oasis ubicado en medio del desierto más árido del mundo.

Ingenieros, obreros, constructores, y químicos ha visto cómo se pierden en la calle y cómo también se han levantado de su miseria.

- Las personas acá mueren de frío, de hambre y de enfermedad, la mayoría de la gente de la calle muere de cirrosis- cuenta Juana.

Uno de ellos era René, "El Rubio", quien trabajaba en Kodak revelando fotografías.

El rubio era de Arica y tenía una infección en su ojo. Juana advirtió de esto a la familia de él, pero no le hicieron caso y una noche fue golpeado por otras personas en la finca San Juan, según ella fue porque había robado una caja de pilas.

Juana lo vio en la morgue y relata que René tenía las manos cerca de su rostro, como si hubiese tratado de protegerse hasta su muerte. También llegaron su madre y su padrastro, quien comenzó a tomarle fotos al cadáver.

Según Juana él decía que era para mostrársela a sus amigos de Arica que no llegaron.

Juana se decepcionó de ellos, ya que nunca tomaron en cuenta sus advertencias sobre la salud de su hijo e increpó a la mujer. "Usted como mamá vale callampa", le dijo.

- La última vez que El Rubio cayó al hospital tenía los ojos azules y cuando yo la llamé me contestó el caballero ése y me dijo: "sabe qué señora, déjese de molestar, no llame más".

Así como ayudó a René y a Francisco, ella asegura que ha mandado unos veinticinco vivos a sus casas y unos veintiséis muertos --principalmente vagabundos- a sus ciudades de origen, incluso del sur como Santiago y Temuco.

Ella va cada cierto tiempo a la morgue para chequear si hay cuerpos que no son reclamados por sus familiares. Luego consigue la información y los envía.

Lo hace -dice- porque esas personas merecen un entierro digno como el resto de la gente y previene que sus cuerpos sean utilizados como experimento.

Agrega que ahora "tengo dos en el cementerio que no los reclamaron sus familiares. Son míos, pasan a ser familiares míos".

Juana cuenta que ha pedido ayuda en el municipio de Calama, pero sólo ha recibido excusas para no colaborar en lo que ella realiza. En el Servicio Médico Legal ya la conocen y la respetan por su esfuerzo.

-Acá (en Calama) la gente es materialista, quieren todo para ellos y en vez de ayudar a los que están mal los joden más- critica Juana.

Actualmente el cuerpo de Francisco Javier está enterrado en Llay-Llay, al lado del cadáver de su padre. Nadie reclamó por él durante años, pero Juana se encargó de que sus restos viajaran en avión para volver al nido familiar y gastó dinero en eso.

Ahora descansa en paz en su tierra natal, aun así sus familiares se demoraron bastante en enterarse de su muerte a los 38 años, y así pasa el tiempo.

- La piel la tenía pegada con el hueso, lo sacamos y le compré dos frazadas, sábanas, unos almohadones y una polera del Colo. Yo le puse eso para que no se fuera tan pelaito.

- ¿Por qué le nace ayudar?

- No tengo idea, lo hago de chiquitita, que no me gusta que pasen hambre porque yo nunca pasé hambre. J