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Conozca al peculiar perro azul que en su adultez pesará 120 kilos

El can pertenece a la raza mastín napolitano, una de las más antiguas. Sepa cuánto vale mantener a estos formidables perros.

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l Rodrigo Ramos B.

Atila, el perro azul, de un mes de vida, queda aprisionado entre un neumático y la cuneta. Antes de buscar una manera de liberarse, el perro azul adopta una posición aletargada. El chico es flojo. Entiende que más temprano que tarde lo sacarán de ese incómodo lugar; males de hijo único. Cómo usted puede darse cuenta, Atila no es un perro normal; puede decirse que es un perro afortunado, un perro regalón o un perro que es uno en mil.

Debe ser el único mastín napolitano de pelaje azul en la ciudad. Gladys Mercado, la orgullosa dueña, cuenta que hace un año falleció el padre de Atila, Atos, un mastín napolitano que alcanzó los 120 kilos. La madre de Atila, Blue, que anda por los 100 kilos vive en un parcela en Calama, junto a los seis hermanitos del pequeño Atila.

Hoy Atila, el perro azul, sólo alcanza los cuatro kilos. Come como sabañón; así que pronto aumentarán los kilos de perro.

Atila pertenece a uno de los linajes caninos más antiguos que se conocen, los mastines napolitanos. Estos chuchos tienen sus antecedentes en la antigua Roma. En consecuencia no es raro que estos magníficos ejemplares participaran en más de alguna tarde en el pérfido coliseo romano, peleando con leones, tigres u otras bestias. No son perros amistosos. Proyecte 120 kilos de perro venírsele encima. Con suerte saldrá vivo. Gladys Mercado con cierto relajo dice que con uno de estos canes en el antejardín no entra ningún caco.

Los mastines napolitanos integran el selecto grupo de razas consideradas como peligrosas. Al respecto tienen fama internacional. Sin embargo en Chile todavía no se masifican como raza de perros para usos de seguridad.

La razón, dice Gladys Mercado, es el costo.

Un ejemplar de mastín napolitano puede bordear entre 800 mil pesos y el millón 200 mil pesos. Otro argumento que hace inviable mantener estos perros es el gasto mensual en comida o pellet.

Gladys rememora que Atos comía entre 80 kilos y 90 kilos de comida al mes, a un costo que bordeaba los 150 mil pesos. A lo anterior debe sumarle los gastos en el veterinario. Los canes de Gladys se atienden con el señor Marcelo Santander.

Raúl Godoy, pareja de Gladys, se toma la frente. El hombre mira a Atila y reconoce entre risas, que él quedó en segundo lugar. Aquí el beneficiado es el pequeño can de tono gris azulado. Para el perro están dedicadas todas las atenciones.

Gladys admite su fascinación por el tono azulado del pelaje de Atila. "Es hermoso", dice la mujer con el perro en sus brazos como si fuera un bebé. En menos de un año el perezoso Atila alcanzará el tamaño de su padre. Hay que preparar la billetera, dice Raúl.

La pareja de perros, Atos y Blue, por tamaño y rareza llamaban la atención de los vecinos de los sectores Gran Vía y Playa Blanca. Habitualmente eran paseados por Gladys y Raúl. Gladys dice que eran perros tranquilos. No exigían tanta fuerza para conducirlos. Destaca que Atos no era agresivo en la calle. El asunto cambiaba en la casa, donde el perro era territorial y en consecuencia podía adoptar una actitud agresiva contra un extraño.

Durante la mayor parte del día Atos era un haragán. Comía y dormía. Gladys dice que no era necesario tenerlo en un patio extenso. El animal pasaba echado en un sofá o una alfombra. De esa manera transcurrió la vida de Atos.

Gladys trajo al padre de Atila desde Santiago. Atos compartió parte de sus días con un perro de raza labrador, otro regalón de Gladys. Se llevaban bien.

Con Blue, sin embargo, fue amor a primera vista. Blue pertenece a uno de los hijos de Gladys, quien vive en Calama. La perra estuvo un tiempo en Antofagasta. Luego de ese romántico paso por la ciudad, Blue quedó esperando cachorros.

El drama fue que en el tiempo de espera de los cachorros, Atos, el semental, falleció. Según Gladys, al animal murió por un problema a la cadera que en el último tiempo se le hizo crítico. "No podía seguir sufriendo así que con el dolor del corazón tuvimos que aplicarle la eutanasia", dice acongojada.

Reconoce que fue un momento difícil para ella, por el apego que sentía por Atón. La tristeza fue doble pues en los mismos días falleció Endora, el perro Labrador.

De un día para otro, Gladys y Raúl se quedaron sin perros en la casa. "Ellos eran parte de la vida de nosotros. Sentimos su ausencia. Había un cariño recíproco. Fue difícil", dice Gladys.

El consuelo es el pequeño y algo torpe, Atila. Gladys dice que se llama Augusto Atila, pero decidimos nombrarlo como Atila.

-¿Tiene nombres de tiranos?

Gladys ríe. Dice que como todo hijo único, Atila es regalón y claro con el tiempo podría transformarse en un tirano. J