Un día en la playa: Intentamos gozar del mar de la Perla, pero...
Comenzó oficialmente el verano, y como usted bien sospecha, si regularmente en La Estrella somos acalorados en estas fechas la cosa se pone peor, así que no lo pensamos dos veces y aprovechamos la excusa de la temporada estival para pasar un buen momento en las mejores playas de la Perla del Norte. Por lo menos esa era la idea. Así que aplicados, como se debe, nos pusimos bloqueador, guardamos una botella con agua en la mochila y nos vestimos con nuestros más refinados trajes de baño ¿El resultado? Bueno, se lo contamos con calma.
El reloj marcaba las 11 en punto e intentábamos poner nuestros pies en las playas centrales de la ciudad. Queríamos darnos el gusto de chapotear en un lugar que estuviera a nuestra altura, por lo que el Hotel Antofagasta y el Terrado fueron nuestra primera parada.
Ambos espacios hoteleros están unidos en la costa por una pequeña bahía que se extiende del Mall Plaza Antofagasta en el sur, hasta la punta que llega al Club de Yates en el norte.
las del centro
La entrada a este exclusivo pedazo de costa se encuentra en el estacionamiento del Hotel Antofagasta. Por ahí se accede luego de atravesar una reja negra que, por lo menos a la mencionada hora, estaba abierta y sin nadie que prohibiera su ingreso.
Junto con nuestras coloridas toallas llevamos a "Don Coco, el cocodrilo", un flotador verde que cumplía con dos labores. La primera, ayudarnos a que no nos ahogáramos en las profundidades del mar, y la segunda, simplemente entretenernos. Mas para el infortunio de "Don Coco", las condiciones no le permitieron cumplir ni una de las funciones.
En el interior notamos que ante la falta de arena, la basura y cientos de medusas que eran arrastradas con el vaivén de la marea, recibían a todos los ilusos como nosotros. Sumado a todo ello, el duro y poco atrayente sedimento rocoso no invitaba a zambullirse a nadie que estuviera en su sano juicio.
Analizamos la posibilidad de mojarnos aunque sea las patitas, pero arrancar de las medusas y concentrarnos en no pisar las afiladas conchas blancas nos desincentivó a continuar con dicha empresa.
Descepcionados pero no derrotados, decidimos alejarnos de estas poco amigables aguas hoteleras, y acomodamos nuestra brújula un poco más al norte, el objetivo: el Club de Yates. La cosa pintaba buena.
Literalmente a pasos del destino previo, se encuentra una de las costas más VIP de la capital regional. Un espacio específicamente dedicado a la práctica de actividades náuticas y al mismo tiempo, al deleite de los socios que pueden disfrutar ahí de uno de los mejores restoranes de la comuna, además de salones para eventos privados.
En la entrada nos recibió un señor de jeans y camisa clara. "Buenos días", nos dijimos mutuamente y comenzamos a explicarle nuestras veraniegas intenciones.
"Hola, ¿se puede entrar a la playita?"- preguntamos. "Emmm, sí, pero sin ocupar las cosas del Club de Yates", respondió luego de una breve pausa en la que aprovechó de observarnos bien a los tres -a mi compañero, Don Coco y yo-. "No pueden sacar las cosas pal sol, ni nada de eso. Sería solo aprovechar la arena y la playa", dictó.
Aceptamos e ingresamos. Ahí en vez de medusas, el huiro era el que reinaba entre el sutil oleaje.
La playa es pequeña, no más de 30 metros, pero muy bien cuidada. Junto a nosotros una familia reposaba en la arena y unos sujetos que asumimos son parte del personal, trabajaban sobre una de las estructuras de madera y paja que dan sombra.
Hacemos un castillo de arena, o intentamos por lo menos, y refrescamos los dedos de los pies con la temperatura del océano Pacífico. Nada más que eso, tampoco nos dieron ganas de sumergirnos ahí, entre tanta alga y la poca profundidad. Otra vez mala suerte, pero aunque pensamos que habíamos tocado fondo, lo peor estaba por venir.
¡No señor!
Micro para el sector sur, apostamos por ingresar al que es por excelencia, el lugar de más alto nivel de la socialité antofagastina, el Auto Club Antofagasta. Ahí, una vez más, nos encontramos con un portero que muy amablemente nos mandó para la casa.
"Hola, ¿se puede entrar a la playa?" -disparamos-, "No, tiene que entrar por otro lado", contraatacó. "¿Por dónde?", replicamos. A lo que él supo graficar más claramente con un: "por abajo, por las rocas, y no es chiste".
Luego de poner una mueca en el rostro y hacer como si desconociéramos que por ley no se puede dificultar o prohibir el paso a una playa que por derecho natural es de todos, seguimos con la mirada de desconsuelo, mas solo sirvió para que nos compadecieran sin ni una solución.
"Si no hay pasá acá poh, si acá pueden entrar los puros socios (...) tienes que pasarse por las rocas y después entrando pueden estar en la arena, pero no podí ingresar pa acá (...) y pa salir tení que hacerlo por las mismas rocas. Si ese es el show", dijo el portero con una actitud amigable, a pesar de todo. Y agregó un "aquí huevean la cachá por esa huevá".
"¿Y eso le ha pasado ahora último a más personas que quieren ir a esta playa?", consultamos, lógicamente.
"Sí puh, si aquí esto es exclusivo, esta es privada (...) Lo que tienen que hacer es entrar por las rocas, porque no hay un acceso para que la gente pase, antiguamente había uno pero lo clausuraron (...) así que no hay que ingresar pa acá porque los guardias te van a sacar y son cuáticos", recomendó.
Ofrecimos pagar pero recalcó que solo los socios podían hacer uso de la costa, situación que solo pueden lograr pagando "11 palos, más la mensualidad", según describió.
Quisimos acceder por la recomendada vía, pero nuestras chalas no daban la firmeza necesaria para caminar por sobre las tambaleantes rocas que junto al romper de las olas, amenazaban con más de algún costalazo de poto.
Una vez más nos resignamos con poder disfrutar de un panorama diferente, así que no quedó otra que rematar en la fiel y siempre acogedora Playa Paraíso.
Denúncielos
Todos los años es el mismo problema. El decreto ley 1.939 de 1977 garantiza a todos los chilenos el libre acceso a playas y ríos, pero varios hacen la vista gorda, cerrando el paso a los veraneantes.
El año pasado, las denuncias se duplicaron con respecto al 2013, llegando a 218 casos en todo Chile. "Desarrollamos la fiscalización correspondiente con la constatación de denuncias", cuenta el seremi de Bienes Nacionales, Arnaldo Gómez.
"En el mes de enero vamos a intensificar estos procesos", dice. De todas formas, a la fecha aún no se han reportado denuncias con respecto a las playas privadas.
Si a usted le niegan el acceso a alguna, denúncielo. El teléfono gratuito es el 800 104 559. O puede hacerlo directamente en oficinas del MBN en Antofagasta o en la Gobernación Provincial del Loa. J