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La historia del 'Monstruo' de Varillas

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Si la arenas de uno de los desiertos más áridos del mundo hablara. Si la tierra que durante más de 100 años vio a los pampinos navegar con la idea de ver tiempos mejores a punta de chuzos y carretones, pudiera contar las historias de desgracias y tragedias que sucedieron durante el pasado siglo -en esa misma pampa, traicionera para algunos y de belleza extraordinaria para otros- se convertiría en la testigo de uno de los casos delictuales que estremeció la opinión pública de la década de 1900 y que durante meses sumió a la población en la histeria colectiva e instó a los regentes de esa época a tomar medidas de seguridad para evitar actos delictivos.

El asesino

De este "Monstruo" solo se sabía que era un hombre que vivía en medio del desierto y que se desempeñaba como funcionario de la estación de Varilla ubicada en el Cantón de Aguas Blancas a unos 52 kilómetros al oeste de Coloso.

Para los que no lo recuerdan, la estación fue un punto clave dentro del transito de los trenes durante el boom salitrero.

Ese lugar se transformó por muchos años en la parada obligada para quienes deseaban viajar hacia las oficinas salitreras ubicadas cerca de la Cordillera. La oficina María Teresa, Pampa Rica, Pepita, Avanzada, Oriente -entre otras- fueron recintos de extracción del oro blanco insignes del Norte Grande. También este lugar, era una escala para quienes retornaban hacia Antofagasta y el Puerto de Coloso.

Así lo indicó el investigador del Museo Regional de Antofagasta, Héctor Ardiles: "Era un lugar que mucha gente que iban en el tren longino, se bajaba ahí con la finalidad de llegar a las oficinas. Y otras personas que tomaban el tren en ese mismo sector para dirigirse a Coloso o Antofagasta".

Los transbordos se efectuaban dos veces por semana, siendo sus principales ocupantes trabajadores provenientes del sur del país.

Fue en ese contexto, donde este hombre sin nombre, se hacía de la oportunidad para abordar a los inocentes obreros, quienes al ver una cálida bienvenida por parte del funcionario se dejaban seducir por las invitaciones que éste les ofrecía.

"Una tacita de té", "un almuerzo", "una ratito para descansar en su camarote", "una vaso de ulpo" (trago pampino hecho con agua y harina tostada) eran los ofrecimientos más comunes que este sujeto realizaba a los cansados trabajadores.

Para este individuo, una vez que su futura víctima accedía y estaba a punto de pisar su casa, sabía que su destino estaba sellado.

Modus operandi

El hogar del asesino de Varillas se ubicaba a un costado de la estación.

Su casa estaba hecha de latas, típica construcción de los hogares de los obreros pampinos. Pero el cual se transformaba en el lugar indicado para cometer las forzosas desapariciones.

Según relata el investigador, el modus operandi de este hombre era siempre el mismo.

Quieto un punto estratégico de la estación observaba a cada uno de los pasajeros que cansados esperaban para tomar el próximo tren que los llevaría hasta su destino final.

Era en ese momento, cuando el monstruo abordaba a su "presa" iniciando una pequeña conversación, mediante por la cual seducía con gran carisma a los cansados trabajadores prometiéndoles comida y un buen descanso al interior de su hogar.

Una vez en su la humilde casa, se presume que éste hombre procedía a golpear al inocente hasta la muerte para luego robar todas sus pertenencias y abastecerse de lo que necesitaba. Iniciándose así, su carrera como asesino y ladrón.

"Se acercaba a conversar con los pasajeros y los invitaba a su casa a tomar té, hospedándolos. Y luego, los asesinaba y les robaba la ropa y sus pertenencias. A la final, él era un asesino por robo más que todo", indicó.

Durante un largo tiempo, el monstruo pudo llevar a cabo sus fechorías, pero debido a las numerosas desapariciones ocurridas en el lugar llamaron la atención de los familiares y los empleadores de los trabajadores asesinados. Situación que alertó a la policía de esos años y a la seguridad de las compañías donde estas desafortunadas personas debían trabajar.

la investigación

Tras conversar con los maquinistas, boleteros y algunos que otros testigos que frecuentemente viajaban por esa ruta, llegaron a la conclusión que los trabajadores - que hasta hoy no se sabe cuantos fueron pero se estima que se hallaron más de 10 cuerpos- desaparecían en la estación Varillas, comenzando así las indagaciones y el interrogatorio al único hombre que habitaba el lugar, quien en cada entrevista negaba haber visto a los desaparecidos.

Ante la negativa del funcionario, un inteligente oficial de policía le pidió revisar su hogar sólo para verificar que el hombre no tenía nada que ver. Al entrar a su casucha, le llamó la atención un montículo de tierra en el fondo de su patio.

El intrigado el oficial llamó la atención de sus subalternos para investigar el extraño montículo. Al acercarse percibieron un terrible olor a putrefacción y tras luego escarbar un poco vieron con horror los cuerpos sin vida de más de 10 personas. El caso ya estaba resuelto.

El monstruo se hizo conocido a nivel nacional, hecho que contribuyó a instalar cuarteles policiales en cada estación ferroviaria, además de fomentar durante meses la histeria colectiva entre los habitantes de la Región de Antofagasta.

En tanto, el asesino fue condenado a muerte, siendo fusilado en la ex cárcel de hombres de Antofagasta. Según cuentan los vecinos hay noches que se escuchan sus gritos. J