La mañana después... La mañana después...
Son las siete de la mañana de ayer, y aún quedan algunos hinchas en las calles celebrando la histórica Copa América que ganamos en el Nacional. Los más, con los últimos conchos de copete en la mano, revisando en los bolsillos si quedaba alguna moneda para pagar el colectivo de vuelta a casa. A esa hora, cuando aún no amanecía, Mauricio Encina se levantaba de su cama para hacer la pega más desagradable en un día post celebración: limpiar la celebración.
"En la mañana compadre, estaba brígido, cualquier copete, basura… ¡toneladas de basura!", cuenta el trabajador de aseo, quien junto a un par de compañeros tuvo la difícil misión de sacar botellas de alcohol destrozadas del piso, papel picado y muchas, pero muchas latas de cerveza. "Encontré hasta unos calzones por ahí…", dice.
La mañana después de nuestra primera Copa América, esa de la marraqueta más crujiente que nunca, la misma del tecito más dulce, se representó en una Antofagasta fantasma, como si fuese un primero de mayo, o uno de enero. Y como muchos lo interpretaron así, llegaron en masa a la Caleta de pescadores, a servirse alguna cosita para soportar heroicamente la caña.
"No he dormido nada" reconoce Juan Castillo, profesión chofer, mientras hunde su tenedor de plástico en un envase de ceviche. Con su camiseta de la selección, el hombre vino a comprar mariscos para armar un disco en la casa, y continuar con el carrete. "Ahora me espera la segunda manito", dice contento. Y pese a que se le nota con sueño, tener la primera Copa América justificaba todo.
Al otro lado de la ciudad, en el Balneario Municipal, una familia se tiende en la arena a relajarse. Hay un tibio sol combinado con una fresca brisa, ideal como para venir un rato a la playa. "Nos vinimos a relajarnos, porque ayer fue un día muy tenso", cuenta Rodrigo Díaz, padre de familia. Junto a sus hijos Alan y Aarón, más su señora Priscilla, jugaron un rato con los castillos de arena.
El día transcurrió tranquilo en una ciudad feliz por el triunfo, la mayoría aún con sus camisetas. Leonardo Astorga e Ingrid González, durmieron con ellas. "Y ahora nos vamos a la caleta, a servirnos algo para la caña...", dicen. J
Ignacio Araya Chanqueo