Ignacio Araya Chanqueo
En nuestra edición del 5 de marzo pasado, nuestro diario tuvo la oportunidad de ponerse pantalón, vestón y corbata para volver a clases en el Instituto Superior de Comercio de Antofagasta,
"Son las 7.15 de la mañana y aquí estoy, con uniforme de nuevo, listo para entrar a mi primer día de clases en el Cuarto B Administración. El objetivo: revivir el mejor año de mi vida. Los que saben: nadie, excepto algunos directivos del mismo ISCA".
" La idea es que todo fuera piola, porque si alguien sabía que era periodista, lógicamente habría un 'trato especial' que me impediría contar la historia".
"En el curso somos 35, pero hoy vinimos quince. Aunque era el único niño nuevo del curso, los cabros fueron buena onda conmigo altiro. 'Bueeeena, ¿de dónde vení'', preguntaban. El profesor me queda mirando fijo cuando pasan la lista y yo no estoy ahí.
-Usted es nuevo.
-Sí profe... mi familia se vino hace una semana para Antofa, vengo de Alto Hospicio, del Liceo Sagrado Corazón...
Me hizo pasar adelante para llenar la ficha. Le di mi nombre completo, y traté de mirar de lejos con qué número empezaba el RUT, pasa pasar piola. Como todos empezaban con 19 millones, yo igual. Lógico.
-¿Fecha de nacimiento?
-28 de julio de... ehh... 1997.
Fui a sentarme, tranquilo. Esos minutos en que el profe deja de hablar sirven para hacerse amigos. Como todo niño nuevo, si no hablas ahora serás un estropajo social el resto del año".
"No pasan ni veinte minutos y otra vez al recreo, debido al horario nuevo. En esta pasada se me antojó un completo, pero no había. Cuando iba en la básica, en mi colegio vendían los completos por mitades. Por mitades poh loco, a $150 la mitad".
"-¿Quién tiene 18?- pregunta la profesora.
Sólo el compadre de la banda levanta la mano. Yo no puedo, si tengo 17. La profesora explica que ahora, el niño de la banda es un ciudadano, y todos lo seremos cuando tengamos 18. Eso nos dará deberes y derechos, como la posibilidad de votar".
"Suena el timbre y es hora de retirarse del colegio. Cumplí mi sueño de volver a cuarto medio, y de reír junto a compañeros nuevos que me aceptaron en un rato, sin tontos graves de universidad, sin la lata de ser mayor, porque de verdad, qué lata tener 23. Alcancé a despedirme de un compañero, eso sí.
-Hasta mañana, bro."