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Carlos Huerta, el "Zalo Reyes" que dio la vuelta al mundo como marino mercante

Es igual al ídolo de la música chilena, y todos lo conocen como el "Tío Zalo". A sus 59 años trabaja como chofer.
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Pablo Jesús Gómez

El "Zalo Reyes" sanantonino nunca ha tenido la oportunidad de toparse cara a cara con el verdadero Zalo Reyes, el mítico "Gorrión de Conchalí". Sin embargo, hace más de tres décadas que Carlos Enrique Huerta Álvarez se siente cómodo encarnando "al tío Zalo", como es conocido entre sus compañeros de trabajo en la Asociación de Buses de San Antonio.

Su parecido al cantante que inmortalizó clásicos como "Una Lágrima en la Garganta" o "Un Ramito de Violeta" es evidente, pero no solamente por su físico, sino también por su forma de ser.

Gesticula como Zalo, cuenta anécdotas como Zalo, y tiene tantas o más historias que el original. Si hasta pareciera que en cualquier momento va a extender una invitación a su casa, igual como lo hacía el verdadero Zalo Reyes a mediados de los ochentas en "Sábados Gigantes", cuando conducía el espacio "Este es mi Barrio".

Carlos Huerta a sus 59 años ya lo tiene asumido. En verano, cuando llega una buena cantidad de turistas preferentemente de la región Metropolitana, su "popularidad" aumenta considerablemente. No son pocos los que lo paran en la calle, o le gritan desde las ventanas de los autos. "Ya estoy acostumbrado", reconoce Carlos, el querido "Tío Zalo".

Pero son sus compañeros de ruta los que más le repiten su parecido a Zalo Reyes. Desde que fundó junto a otros doce aventureros la Asociación de Buses de San Antonio en 1987, con un total de 20 micros (en la actualidad hay más de sesenta), que comenzó a escuchar el apodo de "Tío Zalo". Nunca se lo tomó a mal ni le molestó.

La vuelta al mundo

La historia familiar de Carlos Huerta comienza y se desarrolla hasta el día de hoy en el cerro Placilla. Estudió en la escuela Placilla y en 1976, a los 19 años, recién egresado de cuarto medio, recibió una oferta que era difícil de rechazar.

Soltero, sin hijos ni compromisos, y con el futuro sin mucha claridad, se le abrió una puerta como marino mercante. Lo que sí, tenía que viajar desde San Antonio hacia Brasil, específicamente a la ciudad de Recife. Y no por tierra, si no que en avión.

"Trabajaba en el Programa de Empleo Mínimo, y junté durante más de un año el dinero que necesitaba para el pasaje en avión a Recife. El ticket en ese tiempo me salió 380 dólares", hace memoria.

La labor de marino mercante la había descubierto mientras ayudaba a una vecina placillana a lavar la ropa de la tripulación de los barcos que llegaban por esos años al puerto sanantonino. Cada vez que iba a entregar los bultos con la ropa limpia, le llamaban la atención varios aspectos del trabajo en alta mar. "Cuando llegué a Brasil ya no había vuelta atrás. Me embarqué en un barco griego, donde comencé como ayudante de cocina durante los primeros cuatros meses", recuerda.

Una vez en alta mar, comenzarían las aventuras del joven Carlos Huerta. Entre 1976 y 1981, prácticamente dio la vuelta al mundo. Centroamérica, Estados Unidos, Europa, e incluso el Golfo Pérsico fueron sus destinos.

"En el Golfo Pérsico estuvimos nueve meses sin poder movernos, ya que habían problemas en ese tiempo con el petróleo. Uno ve todos esos lugares tan lejanos, que estar ahí te cambia la perspectiva. Lo que sí estuvimos nueve meses en los que no hacíamos nada, entonces a las dos semanas ya no sabíamos qué hacer", dice entre risas.

Una vez de vuelta en 1981, apenas estuvo 9 días en tierra firme. Volvió a embarcarse como marino mercante en Talcahuano hasta el año 1984, cuando su corazón cambió de estado: de ser un soltero sin compromisos, dedicado completamente al trabajo como marino mercante, conoció a quien es su actual señora Gricelda Muñoz.

A ella le prometió que realizará el último viaje como marino mercante aquel 84. Viajó a Europa, y tras 25 días sin encontrar trabajo, logró engancharse de un barco norteamericano que saldría del puerto de Pireos, el principal que existe en Grecia.

Estuvo trabajando apenas cinco meses, y logró ganar la importante suma de 20 mil dólares, algo que a mitad de la década de los ochenta era una suma más que significativa. "Los gringos pagan muy bien, y aparte de los cinco meses trabajados, te pagan el mes de vacaciones. Con lo que logré juntar volví a San Antonio y compré una casa en Placilla en el sector de Miraflores, además de dos micros, que fueron con las que iniciamos en 1978, la Asociación de Buses de San Antonio".

Zalo al volante

En la garita de la asociación ubicada en lo alto de Bellavista, los compañeros de Carlos Huerta se acercan para saludarlo de forma afectuosa. "Es uno de los fundadores, y siempre está pendiente de los colegas. Nuestra garita la hemos ido remodelando, contamos con un espacio para descansar, con sillones, televisión, cocina, y se ha creado un excelente ambiente", aseguran, al mismo momento en que piden sacarse una foto con el "Tío Zalo", misma situación que a Carlos Huerta le ha pasado en más de una oportunidad por el simple hecho de ser igual al ídolo Zalo Reyes.

"Una vez en Santiago me pararon un grupo de personas, pidiéndome fotos y autógrafos, porque juraban que era Zalo Reyes. Tuve que explicarles que no era, pero no me creían. Muchas veces me ha pasado, y no me queda más que reírme", explica.

-¿Cuál es la canción que más le gusta de Zalo Reyes?

- La que más me gusta es la clásica que tiene "Una lágrima en la garganta". Es la que conozco más, porque la escucho cuando voy en la micro y la ponen en la radio.

-¿Canta usted don Carlos?

- Nada, ni siquiera en la ducha, así que nunca podría imitar la voz de Zalo Reyes.

-¿Alguna vez ha tenido la oportunidad de conocerlo?

-No nunca, espero algún día conocerlo.