Las rarezas de Julio Pinkas, el fundador de la 6ta compañía
Tenía esclavos que llevaban su carruaje, participó en guerras europeas y llegó a la ciudad para hacerse cargo de la administración del FCAB, en donde aprovechó la instancia para fundar la Bomba Ferrocarril de Antofagasta.
Cristian Castro Orozco - iLa Estrella de Antofagasta
A lo largo de nuestra historia como ciudad, han sido cientos los nombres que se involucran en el crecimiento y en el desarrollo de Antofagasta desde sus primeros tiempos hasta la actualidad.
Muchos de estos forjadores son ampliamente conocidos por la gran mayoría de los antofagastinos, sin embargo, otros pocos yacen olvidados y solo son recordados por aquellos que mantienen una directa cercanía o relación con el pasado de estos personajes.
Este es el caso de un señor que vivió en nuestra ciudad a inicios del siglo XX, un "ciudadano del mundo" que sentó sus raíces en el naciente terruño para iniciar una exitosa labor como gerente del Ferrocarril Antofagasta Bolivia (FCAB), y primer director de la sexta compañía de bombero de Antofagasta. ¿Su nombre? Julio Pinkas Strauss.
Un pasado de acción
El Sr. Julio Pinkas nace a mediados del siglo XIX en Brasil, sus padres venidos desde Hungría desearon desde siempre la mejor educación para su hijo, por lo cual siendo aún joven, envían a Pinkas a estudiar a Europa.
Allá se licencia de ingeniero civil y mecánico, habiendo cursado sus estudios en prestigiosas universidades de Alemania y Austria, pero decide enrolarse en el ejército austriaco durante la guerra austroprusiana de 1866, llegando a participar en la cruenta batalla de Sadowa, la cual permitió un considerable avance en la unificación de Alemania.
Después de esta experiencia bélica, Pinkas se aventura a realizar una seguidilla de viajes, y posterior a estos, se le encomendó la tarea de abrir los primeros caminos modernos por los territorios indómitos de la selva amazónica de Brasil, por lo cual el historiador y exalcalde de Antofagasta, Floreal Recabarren, aseguró que recibió como condecoración La Orden de la Rosa, por parte del emperador Pedro I de ese país.
Ya con este honroso mérito, Pinkas es contratado por el gobierno de Bolivia para hacerse con el cargo de director de obras públicas de ese país, en donde aplicó sus conocimientos para comenzar a realizar las primeros trabajos para instalar servicios sanitarios en algunas ciudades de la nación altiplánica y también la instalación de los postes para el alumbrado público, llevando así progreso y desarrollo a las comunidades del interior de este país, hasta que a fines del siglo XIX, es contratado para ocupar el cargo de gerente del Ferrocarril Antofagasta Bolivia, por lo cual se trasladó a la ciudad ya a inicios del siglo XX.
La bomba ferrocarril
Una vez llegado, el Sr. Pinkas se dedica a las labores propias que su cargo demandaban, como lo era la administración general de los asuntos tanto técnicos como administrativos del ferrocarril de Antofagasta, pero es dentro de estas funciones que el húngarobrasileño nota la necesidad de contar con una bomba extra en la ciudad.
Es por ello que en 1902, Pinkas hace un llamado a los obreros del ferrocarril para fundar una compañía de bomberos, la convocatoria tuvo tanto éxito, que inmediatamente se conformó la sexta compañía de bomberos de Antofagasta el 21 de mayo de ese año, en donde Pinkas aparece como su primer director y también como bombero.
Extravagancias
Pero ese noble caballero llamó más la atención de la apacible sociedad antofagantina de antaño debido a sus excentricidades y anécdotas, lo cual le valieron ser motivo de muchos mitos que se tejieron en torno a su figura.
"Pinkas tenía la costumbre de visitar personalmente las maestranzas del ferrocarril. Cuando hacía acto de presencia, los obreros se mantenían expectantes al ver como este hombre sacaba un fino pañuelo, el cual utilizaba para examinar las herramientas que ocupaban los trabajadores. Una vez terminado el procedimiento, dejaba caer el pañuelo ya usado al piso, el cual era disputado por los obreros del lugar", asevera el historiador Floreal Recabarren.
Esclavos
Otro de los datos freak de este personaje es que habría sido el único antofagastino que tuvo bajo sus órdenes a esclavos traídos desde la Amazonía brasilera. Estos consistían en dos hombres de raza negra que vestidos de impecable frac, debían cargar con el pomposo coche estilo colonial de Julio Pinkas, y una vez llegados a destino, debían desplegar una amplia alfombra roja de terciopelo para que su amo y su mujer lo pisaran al descender del carruaje.
A estos dos esclavos se sumaba una mujer amazónica, quien debía mantener el aseo y preparar la comida del hogar del administrador del FCAB, según recuerda también Alfredo Rosales, historiador y miembro de la sexta compañía de bomberos.
Un invitado exclusivo
Cuando una de sus hijas contrajo matrimonio, Pinkas trajo a su casa -ubicada en ese entonces en Av. Argentina con Prat- al destacado pianista nacional Claudio Arrau, quien siendo aún una joven promesa de este instrumento, deleitó tanto a la asistencia, que Pinkas ordenó abrir todas las puertas y ventanas de su inmensa casona de roble para que "todo Antofagasta" pudiera oír los melodiosos y armónicos tonos que Arrau arrancaba de su piano.
Pero tal vez uno de los episodios que más llama la atención de quienes en su momento conocieron al primer director de la sexta compañía, o a quienes conocen de su historia, es que en vida, y gozando de una perfecta salud, Julio Pinkas mandó a que construyeran su propia tumba a la entrada del cementerio municipal de Antofagasta.
Si bien este hecho puede ser considerado como algo no tan "freak", lo raro es que, según las remembranzas que hizo en su momento el destacado poeta regional, Andrés Sabella, -que conoció a Pinkas siendo un niño- dijo que el hungarobrasilero tenía la costumbre de visitar su tumba todos los primeros de noviembre, en donde se le podía ver silencioso parado frente a su nicho, "se visitaba a sí mismo", llegó a decir Sabella.
Es así como pasó a la historia de la ciudad este particular hombre que, habiendo viviendo las aventuras más extremas en Europa, llegó a descansar y a sentar las bases de su familia en la ciudad de Antofagasta, en donde destacó también por su gran amor a la naciente ciudad, realizando obras sociales como la apertura del nombrado cuartel bomberil y también rescatando un antiguo inmueble en la calle Latorre, la cual convirtió en un teatro de ópera para que los obreros pudieran escuchar las destacadas voces de ese género.
Julio Pinkas Strauss fallece el 30 de marzo de 1927 en Antofagasta, su cuerpo reposa hoy en la tumba que tantas veces en vida visitó.