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El taltalino que casi hace volar un cabaret entero con dinamita

Juan Rebolledo, el Loco Tití, era de los malos-malos de los setenta en la vecina comuna. Una vez casi vuela un cabaret con dinamita, pero un mesero se avivó y todos se salvaron. Hoy, predica la palabra de Dios y cuenta su historia.
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Ignacio Araya y - Omar Acosta

Usted es re' conocido acá en Taltal...

-Más por las maldades que por lo bueno. Si no hubiese sido por las maldades, no sería conocido.

El que habla ahora es Juan Rebolledo, pero pocos lo conocen así en Taltal, puerto donde ha estado prácticamente toda su vida. Hoy, vestido con pantalón color mostaza, camisa a cuadros, lentes de sol y agua colonia, es Juan Rebolledo. Los primeros 62 de sus 67 años fue, para todo el mundo, el Loco Tití.

A Juan le cuesta hablar del Loco Tití, el mismo que fue uno de "los primeros marihuaneros de Taltal", como cuenta. El que casi hace volar un cabaret entero con unos cartuchos de dinamita que se robó de la mina. Desde que se convirtió al cristianismo, lo único que recuerda al Tití son las historias del pasado y un par de cicatrices en su cuerpo de una calibre 22.

-El hombre de por sí tiene un corazón dado al mal. Todos tenemos un corazón dado al mal, porque se sufre mucho en el mundo- dice serio.

Once hermanos componían la familia de Juan en su infancia. Una arrugada foto en blanco y negro es el único recuerdo que conserva de su época de niñez. En la foto se le ve feliz, aunque por esos días su papá, músico, había abandonado a la familia y se había marchado quién sabe dónde. Si en la casa querían comer carne, tenían que robar la basura descomponiéndose que botaba el refinado Club Taltal. A pata pelada, corría con el trozo verde para que ella la lavara con agua y sal. Así, quedaba medianamente comestible. Si no, no comíamos, dice.

-Ahí uno empieza a rebelarse contra el mundo, porque recibe más golpes que cariño. Así lo entiendo. El 85% de la juventud está convertida al alcohol y las drogas.

-Perdón, ¿eso es un estudio?

-Tengo 67 años y 60 en el mundo. Cada día que vivo, voy sacando mi propio resumen, ¿entiende?.

Bombazo en el cabaret

Nada de lo que vivió en sus primeros años fue tan terrible como ese atardecer de finales de los sesenta, cuando el Tití tenía once y paseaba por el muelle fiscal del puerto. Un hombre lo llamó para ir de pesca, le pidió que lo ayudara a remar en la lancha.

Aunque el Tití era flaco, se la podía con los remos. Ya cuando estaban bien lejos, el sujeto le pidió que fondeara la embarcación. Obediente, el niño sacó un lampazo para limpiar el bote, cuando de pronto el tipo se le tira encima.

-No me había llevado para pescar, era para violarme.

El Tití estaba perdido. En la mitad del mar, no tenía quien lo ayudara a sacarse de encima al agresor. Comenzaron a forcejear. Tití intentó arrancar. Desenfrenado, el sujeto le pegó una patada en pleno rostro que le desencajó la cara. Con la poca fuerza que le quedaba, el niño se lanzó al agua, y se perdió en la oscuridad de la noche. 25 días, recuerda hoy Juan con los ojos llorosos, estuvo en el hospital de Antofagasta sin poder abrir sus ojos.

Ese hecho lo marcó demasiado. Hasta hoy. Quizá ahí el Tití pasó a ser el Loco Tití. Vi tantas cosas, dice ahora. Desde entonces, las noches las pasaba en el primer local turbio que estuviese funcionando a la mitad de la noche: prostíbulos, cabarets, todos con harto copete, mujeres y con el Loco Tití cayendo preso por andar robando o baleado.

Juan Rebolledo se saca la camisa del pantalón para mostrar la cicatriz de una herida a bala que le hicieron en esa época.

-Me salió por acá - dice enseñando el vientre -No me tocó ningún órgano.

Para el año 74, Chile es un hervidero, y la vida nocturna taltalina seguía pese al férreo toque de queda, que duró todos los días desde el "11" hasta 1978. El Loco Tití ya era conocido en el mundo nocturno, y por esos días andaba con una de las mujeres de un cabaret.

Alguien sopló que el Loco andaba con la mina y entre ocho tipos le pegaron una pateadura que jamás va a olvidar. Durante los seis meses que estuvo recuperándose, el Tití planeó cuidadosamente la venganza. Se fue a trabajar como pirquinero a la mina La Exploradora, y aprovechó de robarse cinco cartuchos de dinamita con el que se hacían las tronaduras.

-Cuando los ví por el cabaret, les tiré los cartuchos para dentro.

La mecha era larga, y uno de los meseros tomó el peligroso obsequio y volvió a lanzarlo por la ventana, lejos. El bombazo dejó un forado en la calle, no hubo vidrio que no se quebrara. Pero el Loco quedó vivo, estaba esperando que lo pillasen los milicos no más.

El lunes lo agarraron.

El Loco cuenta que mientras estaba detenido, le habían mostrado el frío madero donde iba a terminar fusilado. Andar con explosivos en 1974 no era la mejor idea del mundo, tomando en cuenta que uno de los primeros bandos de los militares en el poder advertía que al que lo sorprendieran con armas o explosivos, los matarían a sangre fría.

Obviamente, el Tití no tenía por dónde escapar. Se deshizo en explicaciones contando lo que había pasado, hasta que se le ocurrió contar que en algún momento había trabajado por la campaña de Alessandri (contendor de Allende en la elección del '70). Un contacto por aquí y otro por allá y para afuera. Se había salvado por un pelo.

-¿Existirá el Creador, después de haber pasado tanta cosa?- reflexiona sentado en una plaza Juan Rebolledo, ex Loco Tití.

El encuentro

Pasaron los años. Es 2010, y el aún Loco Tití pasaba sus días vendiendo paltas por el centro de Taltal. Estaba en eso, cuando una voz lejana y cansada le llamó la atención.

Era el hombre que lo había intentado violar. Era, por fin, el momento que había estado esperando por tantos años. Juan se quiebra al contar que ansió durante años poder degollarlo, terminar con ese sufrimiento que había guardado tanto. Entre los oscuros pensamientos, cuando ya estaba listo para ir a encararlo, el Loco Tití sintió una voz.

-Hubo alguien que me habló al corazón. 'Anda, y dile que lo perdonas', me dijo. Aunque ustedes crean que es una locura.

Lo abrazó y le dijo que lo perdonaba y que Dios igual. Desde entonces, el Loco Tití desapareció. Nacía Juan Rebolledo, el tranquilo hombre de agua colonia que está sentado hoy bajo un árbol de la entrada sur de Taltal. No han sido momentos fáciles. Hace dos años su hijo murió ahorcado por tres tipos.

-En la mañana le sacaron un cordón de las zapatillas y me lo ahorcaron. Me arrodillé al lado de él y le pedí al Señor que me diera palabra de vida hacia la juventud. En el cementerio dije que le pedía a Dios un poco de sabiduría, para encontrar a los jóvenes y decirles que Dios los ama, que es grande y que es amor. Que lo busquen, porque los ama. Dios los perdonará algún día.

Con 67 años, a Juan Rebolledo no se le nota odio ni rencor en su mirada. Dice que está preocupado de la juventud, de la droga que corre por San Pedro de Atacama y de cuidarse mucho, para que no caigamos en la misma que tuvo al Loco Tití sin rumbo durante décadas.

-¿Y porqué cree que a los jóvenes les da por meterse?

-La juventud no es culpable, somos nosotros los adultos los que los hemos abandonado. Nadie se sienta con los jóvenes a conversar, porque les da vergüenza de contarle parte de su vida. Yo hoy podré tener una buena situación económica, pero no tengo que olvidarme de donde pasé algún día.

Al despedirse, Juan pide que -por favor- no saque ni agregue nada más a la entrevista de lo que ya nos contó. Y nos abraza. El Loco Tití, el que se agarraba a balazos y que casi mata a un cabaret completo, nos abraza con cariño.