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El hombre que lleva medio siglo haciendo lápidas

Leonardo Peralta es uno de los pocos antofagastinos que sabe a la perfección el arte del mármol, encargándose de sellar aquel momento de pasar a la posteridad.
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Ignacio Araya C.

Pocas personas en Antofagasta pueden tener la habilidad de Leonardo Peralta (72) en el trabajo del mármol, acreditado por 52 años de experiencia. Sin embargo, también son pocos los que se dedican a este empleo. Don Leonardo tiene un puesto en calle Matta -casi al llegar a Chuquisaca- donde él mismo fabrica lápidas a pedido para cuando llega el momento del descanso eterno.

-Claro que no es muy común poh. Para esto no hay escuela, la Escuela de Artes y Oficios no existía acá- dice el hombre de las lápidas, de camisa blanca y lentes de sol. Cuando "La Estrella" llega a su local, está terminando de pasar los últimos pincelazos de color negro sobre el relieve de las letras de una nueva lápida. "Va a estar lista luego", dice.

Leonardo Peralta llegó a este oficio en los años 60, en el taller de Antonio Carvajal. Él recuerda que en ese entonces trabajaban 18 personas en el mármol, y que con el tiempo fue aprendiendo el proceso del trabajo de esos materiales. Para empezar, la materia prima se trae desde Santiago, dependiendo de lo que se necesita: marmolita, carbonato de calcio, etcétera.

-Es largo este proceso, no es inmediato. Y a puro cincel no más- explica.

Una lápida puede tardarse, a lo más, quince días. Leonardo escucha las peticiones de los clientes y les va dando forma en el mármol. "La gente confía en uno. Está el caso de un señor que le tuve la lápída guardada como veinte años", dice.

-¿Cómo eso, tanta anticipación?

-Si, la mandó a hacer en vida y me la canceló. 'El día en que me muera, me la instala don Leonardo', me dijo. Él no tuvo hijos...

Naves espaciales

"Yo trabajé muchos años de noche instalando lápidas", recuerda Leonardo sobre sus primeros años en este negocio, cuando el cementerio permitía que se pudiesen hacer este tipo de trabajos en la mitad de la madrugada. Dice que, pese al miedo que le da a la gente cuando mencionan los cementerios de noche, a él jamás le ocurrió nada. "Si es lo más tranquilo que hay, uno tiene que controlarse", opina.

No es común que la gente tenga preparada una brillante frase para que se perpetúe en una lápida. Por eso, generalmente la familia hace pedidos especiales para recordar al difunto. A Leonardo, el año 64, dos jóvenes le pidieron que hiciera una nave espacial para su fallecido padre.

-¡El 64! Ese año estaba recién la cuestión de la NASA. Ellos se adelantaron mucho, tipo Julio Verne se inspiraron los muchachos...

¿Quien se va a hacer cargo de este trabajo cuando don Leonardo no esté? La pregunta se hace casi obvia cuando se nota que no hay muchas personas que se dediquen a las lápidas de mármol. "Mire, trabajo con un sobrino, pero ya no hay gente para esto... a la juventud ya no le interesa".

El dueño de la tienda de mármol interrumpe para contarnos que otro diseño muy requerido en las lápidas son las botellas de vino. "La gente le pide en vida eso, que cuando se mueran les dejen la forma de una botella de vino".

-¿Y a su lápida no le gustaría ponerle una?

-Una botella de pilsen sí poh- se ríe.