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'Kynance', el velero fantasma que regresó 115 años después

Dos años antes que se hundiera el Titanic en el Atlántico, un magnífico velero inglés que realizaba su primer viaje a Chile encalló en un balneario a 12 Km de Tocopilla. Hoy, la baja marea y los cambios climáticos resurgieron los restos del naufragio.
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Cristian Castro Orozco - La Estrella de Antofagasta

El objetivo era simple. Había que llevar una cuantiosa carga de carbón y algunos materiales de navegación a la Compañía Nicholls, una empresa naviera que por ese entonces tenía su casa matriz en el puerto de Tocopilla.

Por esos motivos el velero inglés 'Kynance' (algunos dicen que se llamaba Queen Nancy) surcaba por primera vez los mares del Pacífico después de zarpar desde el puerto escocés de Greenock con el preciado material.

Pero fue una noche de invierno la que marcó para siempre el destino del Kynance, el cual cumplió su misión de llevar la carga a Tocopilla, pero ésta ya no venía a bordo del velero.

Punta Blanca

La noche del viernes 29 de julio de 1910 el piloto de la nave, quien desconocía la geografía costera de Chile (era la primera vez que pasaban por la zona) tenía la noción de que en cosa de horas atracarían en Tocopilla, pues así lo indicaba su carta de navegación.

Según relatos del extinto historiador tocopillano, Guido Muñoz Santis, al Kynance le seguían otros dos veleros (El uno italiano y el otro francés) que también tenían por destino Tocopilla, por lo que eligieron seguir a discreta distancia la trayectoria de la embarcación inglesa.

El piloto del Kynance ya estaba seguro de haber dado con el punto de destino porque a lo lejos distinguió las 'luces del puerto' y enfiló rumbo a ese lugar, pero las luces provenían de las fundiciones metalúrgicas de Punta Blanca, un balneario ubicado a 12 kilómetros al sur de Tocopilla, por lo que el piloto no estaba del todo equivocado, pero solo bastó ese mínimo error de percepción para sellar el destino del velero.

El choque

Aunque el marino supo del error antes de llegar a la costa ya no podía enmendar el rumbo de la nave, la embravecida marejada y el mal tiempo empujaron al Kynance y lo estrelló contra los escollos (roqueríos costeros) de dicho balneario.

Los dos veleros que le seguían detrás vieron el accidente y corrigieron el rumbo para no correr la misma suerte de su 'guía', sin prestar atención a los tripulantes del naufragio.

Ahí quedó varado el velero, con su tripulación intacta pero con graves heridos, ya que se dijo que el choque fue estrepitoso y el eco del impacto sonó como un relámpago atronador en medio de las marejadas.

Rápidamente se activaron los planes de salvataje en Tocopilla, la tripulación fue atendida y el cargamento rescatado y llevado a destino.

El historiador tocopillano Damir Galaz Madacovic manifestó que "en sus bodegas traía 800 toneladas de carbón, cadenas de fierro, anclas, tecles y una serie de insumos. Gran parte del material lo salvó la compañía naviera pero lo que quedó fue saqueado por la gente", dijo.

A su vez, El Mercurio de Antofagasta daba testimonio del suceso en su publicación del dos de agosto de 1910, en donde detalla que "la fragata Kynance que se varó la noche del 29 último en Punta Blanca (...) El buque inglés quedó en buenas condiciones de seguridad i tiene doce a catorce pies de agua en sus bodegas" (sic).

Por último, un telegrama emitido por el subdelegado marítimo de Tocopilla (un tal Sr. Herrera), dice que después del naufragio, el cónsul inglés y agentes de seguro tomaron la custodia del buque encallado para evitar robos y otros accidentes, atribuyendo el varamiento a la acción de las corrientes del mar.

Por último, fuera de este suceso, publicaciones de El Mercurio de Antofagasta de fines de julio y principios de agosto de ese año también dan cuenta de otros varamientos en Iquique y Gatico, atribuidos al mal tiempo.

BORRADO PARA SIEMPRE

Una vez rescatada la carga, y al ver que era imposible salvar la embarcación, el Kymance fue desmantelado por la compañía naviera y lo que quedó se lo llevaron los tocopillanos, que llegaron al sitio con carretas para sacar 'su tajada del pastel' según escribió otro desaparecido historiador de Tocopilla, Juan Collao Cerda.

En 1912 (año que se hundió el Titanic) una brutal marejada terminó por completo con el otrora velero, del cual solo quedó una cuaderna de acero -las costillas del casco-, y con el paso de las décadas éstas costillas se desprendieron, quedando esparcidas por los roqueríos de la playa. El tiempo, indolente y caprichoso, barrió con todo los vestigios del buque. Ya en 1980 del Kynance solo quedaba su historia.

El velero fantasma

Pero la leyenda trascendió entre los pescadores y veraneantes que llegaban a Punta Blanca, la historia contaba que un buque corsario había encallado en la bahía y que incluso por las noches, entre el eco del mar se podía escuchar un ensordecedor estruendo que correspondía al accidente ocurrido hace ya años atrás.

También fueron sucesivas las expediciones de grupos de historiadores o aventureros que recorrían los peligrosos roqueríos del balneario en busca de algún vestigio del velero.

"Muchas personas se metían entre las rocas para ver si encontraban algo y eso era peligroso porque el lugar donde estaba el barco era inaccesible y también una rompiente de olas. En general me tocó ver a estudiantes que venían con su curso a pasar las vacaciones que se metían a buscar al barco", cuenta Romario Álvarez, pescador de la zona, quien aseguró que él mismo trató hace años con un grupo de amigos buscar el buque, incluso buceando, pero del Kynance, nada.

La despedida

Casi 116 años después de los hechos, el velero reaparece al público, pero esta vez para despedirse.

El cambio de las corrientes y los últimos fenómenos climáticos han resurgido los últimos vestigios que quedan de lo que era el casco del buque, pero estos tienen tal grado de desgaste que ya es fácil vaticinar que en cosa de pocos años desaparecerán por completo.

Allí, incrustada entre los roqueríos yace una quilla fragmentada en dos partes, la cual cubierta de espeso musgo ostenta los remaches en su infraestructura, los cuales conservan aún la forma sectagonal de sus gruesos pernos.

Otra gruesa costilla de metal, doblada como si fuese mantequilla, se mimetiza con los roqueríos a unos pocos metros de la quilla.

Y así, otros fragmentos menores por aquí y por allá responden a la duda de muchas personas que cuestionaron la veracidad de los relatos, pues no daban cabida a que un hermoso velero europeo con la magnitud de un barco pirata llegara a desaparecer en un anónimo balneario del norte de Chile. Pero allí se encuentra el Kynance, siendo acariciado día y noche, año tras años por las mismas olas que nunca mas le dejaron volver a su país.