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Colectiveros de gran corazón no le cobran el pasaje a abuelitos

Empiezan su trabajo cuando los rayos de sol aún no destellan por los cerros y a pesar del frío en invierno y calor en verano, estos conductores tienen un lindo gesto con los adultos mayores. "Ahorrarse ese dinero les sirve harto", dicen.
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Javier Andrónico Cangana

"Llevo 10 minutos y ningún colectivo me quiere llevar porque uso bastones y llevo unas bolsas, entonces me demoro mucho en sentarme", cuenta doña Patricia Lazo, una abuelita de 72 años que vive en la población Miramar Central de Antofagasta.

Una situación similar vive Mario Cortés, que vive en el sector norte, muy cerca del Parque Nicolás Tirado. Afortunadamente, cuenta, "acá hay colectiveros muy buena gente. Incluso algunos ni nos cobran el pasaje", afirma.

Y es que aunque sea difícil de creer, hay conductores en Antofagasta que tienen esa deferencia con las personas de tercera edad y están muy orgullosos con su gesto y recalcan que lo continuarán haciendo.

Quizás son muchos más, pero en este relato se darán a conocer tres casos de conductores de colectivos -de la línea 211- que tomaron como decisión personal de no cobrarle el pasaje a los abuelitos cuando se suben.

De chuqui

Son las seis de la mañana. Aún el sol no hace su aparición por los cerros antofagastinos y Miguel Leonardo Ángel Mercado, un chuquicamatino de 46 años, sale de su hogar, se sube a su Nissan V-16 y comienza el recorrido dispuesto por la línea en que trabaja.

El frío y el sueño son grandes, pero el buen ánimo y disposición por su trabajo lo contrarresta. "Tengo que salir a ganarme la vida, como cualquier otra persona", dice Miguel Ángel.

Ya lleva más de cuatro horas conduciendo su vehículo, son las 10.45 horas y en la población Las Rocas una abuelita hace parar su colectivo. "¿Va al centro?", le pregunta la vecina. "Sí, súbase nomás", le responde Miguel.

Instantes después, cuando la pasajera revisa su cartera para encontrar el monedero e intenta juntar la plata para cancelar el pasaje, Ángel Mercado le pregunta: "¿Qué está haciendo?". "Le voy a pagar pues", dice la abuelita y Miguel responde: "No, no lo haga, esa platita le sirve para comprar pancito o cualquier otra cosita. No me demoro nada en recuperar esos $650, así que no se preocupe, no me pague". La vecina queda sorprendida con el gesto del chuquicamatino y le agradece varias veces durante el trayecto. "Bendiciones para usted por su lindo gesto, mi niño", le dice la nonita al bajarse del colectivo.

Aunque la abuelita quedó sorprendida -y agradecida- con la deferencia de Miguel, éste reconoce que no es la primera vez que lo realiza. Es más, "es algo habitual", afirma.

"El auto es mío y, como política personal, siempre he realizado ese gesto con los mayores, desde que empecé en este rubro en 2009", cuenta Ángel Mercado y explica que el por qué se debe a que "cuando veo a un abuelito esperando colectivo veo a mis padres que ya tienen bastante edad y también a Cristo, entonces lo mínimo que uno puede hacer por ellos es no cobrarle el pasaje porque todos sabemos que las jubilaciones son bajas y si el abuelito se puede ahorrar mil pesos, es harto para él".

Estudios

Miguel tiene 46 años, de los cuales los últimos siete los ha trabajado en el rubro de los colectivos y siempre en la línea 211, aunque cuenta que su relación con esta pega comenzó varios años antes gracias a un familiar y anterior a aquello, se desempeñó en distintos trabajos ya que cuenta con dos títulos profesionales.

El conductor llegó en 1991 a Antofagasta. Apenas egresó de cuarto medio dejó su Chuquicamata y bajó a la capital regional a estudiar, primeramente, informática en el Aiep. "Tenía un tío visionario que fue quien me incentivó a estudiar eso y realmente me gustó mucho". Se graduó sin problemas y luego entró a la Universidad Católica del Norte (UCN) para comenzar la carrera de Ingeniería Comercial. "Estudié y también terminé en los tiempos que correspondían".

Ya a fines de los '90 y principios de los 2000, comienza poco a poco la cercanía de Miguel con el rubro de los colectivos y también fue gracias a un pariente. "Mi tío tenía un auto en la (línea) 353 y me lo prestaba para que me ganara la vida y así fui conociendo ese mundo", recuerda.

Pero tampoco dejaba de lado su profesión y trabajó durante muchos años en distintos establecimientos como encargado de informática y actualmente se desempeña -además del colectivo- como docente de algunos ramos tanto del área comercial e informática en la Universidad Santo Tomás (UST). "Siempre me ha encantado enseñar, tengo mucha paciencia y se me da bien trasmitir los conocimientos", cuenta mientras le da el vuelto a un pasajero cuyo destino es el Caliche.

En los siete años que Miguel se dedica (casi) exclusivamente a conducir su Nissan V-16 le ha tocado vivir mil historias, tanto buenas como malas, pero al ser consultado por qué trabaja en la línea 211 si comenzó en la 353 se ríe y dice "es una larga historia, pero muy simpática".

"Lo que pasa es que cuando estaba sin pega mis padres me regalaron el auto ya que era el único hijo desempleado. Tenía el vehículo pero me faltaba la patente, así que comencé a buscar y un día escuché en la radio un aviso donde un conductor -que había estudiado prevención de riesgos y se iba a trabajar a una minera- vendía la patente de colectivo. Llamé altiro y me la vendió en cuatro millones de pesos, muy barato, porque ahora está a 11 millones", cuenta y agrega que "iba a ser el traspaso de la línea 211 a 353 pero me gustó tanto la 211 que no lo hice y hasta ahora trabajo en esa línea".

Otros conductores

Otros conductores que tienen una actitud similar a la de don Miguel es Luis Medina y Jorge Gómez, también pertenecientes a la misma línea.

Luis tiene 62 años y desde los 50 se dedica exclusivamente a conducir su colectivo por las calles de Antofagasta, luego que dejara su trabajo en el rubro de las exploraciones mineras.

Aunque la mañana estuvo muy helada, Medina salió muy temprano desde su casa y cuenta que hay días en que se suben varios abuelitos y a veces ninguno.

"El gesto de no cobrarle el pasaje a las personas de tercera edad también nació de mi parte. Yo sé que ellos (abuelitos) les sirve más esas moneditas, yo me las puedo ganar con otros pasajero", cuenta don Luis quien llegó desde el sur en 1992.

El conductor de la línea 211 afirma que los sectores donde más se suben personas de tercera edad es en la población Las Rocas, Los Pinares y el Caliche, y concuerda que el destino prioritario son los centros médicos y entidades bancarias.

Jorge Gómez (60) es el conductor que menos tiempo lleva en este rubro pero es igual de apasionado que Miguel y Luis.

Gómez arribó hace cinco años desde Chillán para trabajar en la minería. Se desempeñó alrededor de un año en ese rubro pero no fue de su agrado. "Me salí, nunca me acostumbré", dice. Así que comenzó a manejar colectivos y ahora es dueño de su vehículo.

"Más que llevar gratis a los abuelitos, muchas veces cuando los veo que están en la esquina equivocada esperando una micro u otra línea de colectivos, les digo que se suban y que yo los dejo en el sitio indicado. Es como una labor de acercamiento y lógicamente no les cobro", explica.

Finalmente, los tres conductores concuerdan que "sería muy lindo que estos gestos se masificaran para todos los abuelitos".