Y Río no estaba listo para los Juegos
Escribo esta columna, y me entero del gran debut en los Juegos del ariqueño Ricardo Soto, en la prueba preliminar de Tiro con Arco. Felicitaciones a él, su familia, su equipo técnico, su club y a todos los que lo apoyaron, pues, una vez más, un deportista surgido de su esfuerzo nos demuestra que, trabajando en forma planificada, se pueden obtener logros.
Un buen comienzo para los XXXI Juegos Olímpicos de Verano -aunque, en estricto rigor, se han celebrado 28 Juegos, pues tres no se realizaron por los conflictos bélicos de 1916, 1940 y 1944-, que se inauguraron con una fiesta esplendorosa, muy brasileña.
Son los Juegos de Río de Janeiro, los quintos de este siglo. Una competencia que, técnicamente, se inició el 2 de octubre 2009, cuando en Copenhague le otorgaron la sede a los cariocas por sobre las postulaciones de Madrid, Tokio y Chicago (a los Juegos postulan ciudades respaldadas por países. A la Copa Mundial de Fútbol postulan países con respaldo de ciudades).
¿Qué pensarán hoy los 66 votantes que prefirieron las playas de Río por sobre la urbe de Madrid, que llegó a 32? Al ser elegida, Brasil atravesaba por una bonanza económica y respiraba optimismo, pues sus cifras de extrema pobreza habían disminuido. Además, tenían garantizada la organización de la Copa de Mundo de Fútbol y asignada la Copa América 2015 (que finalmente cedieron a Chile). Sin duda, el mundo centraría su mirada en quienes alistaban su ingreso a las grandes ligas.
Pero avanzaron las manecillas del reloj y los brasileros volvieron a ser los reyes de solucionar todo en base a parches y sonrisas.
A la crisis económica siguió la inestabilidad política y, para rematar, las aguas sucias de la bahía de Guanabara y el virus Zika.
Y, desde afuera, el golpe mortal al dopaje; el retiro de grandes estrellas y la ausencia de turistas: en Londres 2012 estos dejaron unos US$ 20 mil millones; en Río se estima quedarán ingresos directos por turismo en torno a los US$ mil 470 millones.
Como un evento de esta magnitud no es posible cambiarlo de sede sin, al menos, cuatro años de anticipación, el Comité Olímpico Internacional tuvo que hacer de tripas corazón (a no olvidar cuando el secretario general de FIFA, Jerome Valcke, dijo del retraso de las obras para la Copa del Mundo "a los brasileros hay que pegarles una patada en el traste para que trabajen") y siguió aguantando el temporal.
Ya tenían historia y conocimiento al respecto. Pues de los Juegos de Sydney 2000 -calificados en su momento como los mejores de la historia- pasamos a los retrasos permanente de Atenas 2004, donde la incertidumbre nunca se fue; de ahí vino Beijing y el excelente trabajo de la diplomacia china, que permitió no tomar en cuenta el smog, el tráfico y algunas costumbres (como los bocinazos permanentes) para llegar a Londres, donde nuevamente hubo alabanzas a la organización e infraestructura, en una competencia plagada de turistas.
Habrá que ver el legado que nos deja Río, pero que hasta este momento exista disponibilidad de entradas para la madre de todas las pruebas (los 100 metros planos) es algo que llama la atención. El lema de la candidatura "Río está listo", no parece acompañarlos cinco años después.
"Que exista disponibilidad de entradas para la madre de todas las pruebas (los 100 metros planos) llama la atención. El lema "Río está listo", no parece acompañarlos".