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Los glamurosos trabajos del sastre más antiguo de las tierras loínas

Don Víctor Olguín fue reconocido por la Municipalidad de Calama por su aporte al Patrimonio Cultural de la zona.
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Osvaldo Vega C.

¿Quién no se ha vestido en la Sastrería Olguín?, dicen los calameños nacidos y criados en esta "Tierra de Sol y Cobre", y es que este local ya es parte de la historia de la capital minera.

Por algo hace algunos meses el propio alcalde Esteban Velásquez lo reconoció por su valiosa contribución al patrimonio cultural de Calama.

Pese a que las ventas no son tan exitosas como antes, don Víctor Olguín Díaz, de 81 años, manifiesta que su negocio es parte importante de su vida y pretende tenerlo hasta que tenga que partir de este mundo.

Pese a que no recuerda por su edad a la gran cantidad de famosos que le pidieron un trabajo en su tienda, debido a su fama por ser uno de los mejores en este rubro en Calama, su hijo le refresca la memoria y cuenta que hasta el popular animador de los años 70', Enrique Maluenda, llegó a su tienda y le mandó a hacer un vestón.

También los jugadores de Cobreloa de los años 80' pidieron trajes a don Víctor en aquella época en que se llegó a dos finales de la Copa Libertadores de América y el mismísimo Marco Antonio "El Fantasma" Figueroa le pidió un traje de gamuza y evitó viajar a Santiago a encargar este trabajo, luego de que le llegara el dato que Olguín era uno de los mejores sastres de la región.

Es así que don Víctor nos contó que desde 1951 que tiene este negocio -desde su 17 años- el cual lo creó para salir adelante en su vida.

"Uno trabaja en lo que sabe trabajar. Cuando era cabro me metí a aprender sobre la sastrería, aprendí viendo la aflicción que tenían mis viejos y dije yo, mis papás están aproblemados, ya que no fui a estudiar y los medios no eran posibles, y me puse a aprender apuradito", declaró Olguín.

Manifestó que su padre era calichero, trabajaba en las pampas salitreras en distintas oficinas, por lo que así la necesidad de contar con un trabajo hizo que aprendiera de este oficio.

Fue así que realizó un curso a distancia en una universidad de México, eso sí, cuando ya llevaba un par de años en este oficio. De esta manera mandaba sus trabajos para allá, por lo que de ahí se dedicó de lleno a los estudios.

"Estudié cuando ya era sastre a nivel de Latinoamérica y como me vieron que me expresaba bien y los trabajos los regresaba de buena manera, muy bien hechos, al final me dieron el cartón como profesor de sastrería", recalcó el comerciante.

Cambio de local

Este negocio que se ubica en calle Vargas entre Latorre con Abaroa, en sus inicios se encontraba en calle Santa María, como nos contó don Víctor.

"La primera sastrería que tuve que fue en el año 1951 fue en calle Santa María -número 2128-. Claro que era una población y así y todo llegaba trabajo", recalcó.

Agregó el vecino que antiguamente la sastrería era difícil, pero explicó que "aunque yo había aprendido bien gracias a Dios, aprendí con un buen maestro, pasé a otro mejor y me fui puliendo de a poco hasta que me gustó. Habían conocimientos básicos que son necesarios que uno los tenga para desarrollar este arte, porque no es un asunto que se arme. Hay que tener criterio, buena vista y estudiar mucho".

Por ello Olguín enfatizó que tuvo que estudiar anatomía, porque para hacer un traje sabe que ninguna persona es igual a otra.

"A los 15 o 16 años tuve que aprender anatomía, porque para hacer los trajes ningún ser humano es igual. Por ejemplo tiene un hombro bajo, el otro más elevado, no se nota muchas veces, ya que hay una curvatura atrás, tiene la popa salida y no se puede hacer un pantalón así no más. Observaba a algunos colegas y le mandaban el mismo corte", dijo.

A su vez, este comerciante enfatizó que años atrás tenía más competencia y no como ahora donde prácticamente no quedan muchas personas en su oficio. Cuenta que existían en la zona hasta 120 sastres y una gran cantidad de vestoneros y pantaloneras, donde llegó a trabajar en su local hasta con 14 personas.

Famosos

Sobre los famosos que recibió en su negocio, Olguín enfatizó que "llegué a atender y a vestir a muchas autoridades, pero lo que más me alegra es que vinieron varios jugadores de Cobreloa, cuando el equipo era bueno y es que ahora no lo son tanto. Deberían ponerle Río Loa a este equipo, por el río más importante de Chile".

Agregó que no recuerda el nombre, pero fue un jugador loíno que se fue a casar a Concepción y le mandó a hacer su traje de novio.

Respecto a si recuerda cuando atendió al ex animador del Festival de la Una, Enrique Maluenda, el comerciante expresó que "mi hijo lo recuerda, seguramente lo atendí, pero lo que pasa es que soy mal fisonomista, porque a la gente la veo una vez, pero después no me recuerdo. Me suena su nombre y ojalá que haya atendido bien a don Enrique".

El comerciante también se refirió al reconocimiento que recibió desde el municipio loíno por su aporte al patrimonio cultural.

"Me lo dieron por la antigüedad, o sea, por la sastrería que ha permanecido mucho tiempo y ha vestido a toda clases de personas. Por las mismas palabras que dijo el alcalde que fue ¿quién no se ha vestido en la Sastrería Olguín? Y es verdad, porque pasaron muchas personas", enfatizó el poblador.

Sobre cómo ha estado el negocio de la sastrería, don Víctor expresó que está muy malo, porque antiguamente no llegaban ternos de fábrica como en la actualidad, lo cual está matando de a poco la venta de vestones y trajes a la medida.

"Antes no llegaban ternos de fábrica y menos los ternos chinos. La cuestión es que ahora llegaron y tuve que parar la sastrería, o sea, desviar al cliente en el sentido que no le podía hacer un trabajo malo. De cortarle bien lo hacía, pero hay gente que no entiende de trabajo de confección, pero sí entiende de corte y le gusta la elegancia. Me fijo si están bien terminados o no, y hay gente que mira eso", puntualizó el sastre.

Es así que actualmente este antiguo comerciante calameño dijo que cuenta con un vestonero bueno y que lo ayuda con el poco trabajo que le está llegando actualmente.

Por último, don Víctor enfatizó que espera mantener este negocio hasta que pueda y que pese a que trató de enseñar este arte, comenta que "me gustaría enseñarle a todos pero resulta que los cabros no quieren aprender. Hay gente que mira la sastrería como un trabajo de segunda clase".