El mítico reo que paralizó los penales de Chile desde Arica
Selim Valenzuela, el legendario "Turco", carga un historial de crimen hecho al manual del hampón de culto. Hoy es un hombre libre, artista y que va por otra chance. Un relato de su paso por la cárcel en 2004 que mantuvo alerta nacional.
Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparíso
Dicen que en todas las familias hay una oveja negra. Y él, tal vez de escucharlo, empezó a creerlo.
Pero allí, donde los buenos arrugan, él era el más bueno. Y es que las travesuras de niño no le permitían percibir lo que sólo hasta ese momento se daban cuenta en el barrio, en su natal Santiago. Al crecer, la delincuencia le corría por las venas, mientras sus manos se movían rápidamente sobre bolsillos ajenos. También joyerías. Y luego, como en el Western, desenfundaba veloz a lo Billy 'The Kid'.
Se trató de uno de los fugitivos más buscados por la justicia chilena y norteamericana por narcotráfico en los tempranos años setenta. Miembro destacado del denominado "Cartel de Santiago", supo de extradición y dolores de cabeza para el gobierno militar.
Bajo el delantal, hacía maravillas propias de laboratorio con la receta más pura al calor de la "diosa blanca". Un cocinero a la altura de Walter White, el personaje icónico de Breaking Bad, pero real, chileno y de exportación.
Hoy está libre luego de purgar condenas en varios recintos penales tanto en la tierra del Tío Sam como Chile, en casi un cuarto de siglo. Un hijo bastardo de los barrotes y grandes botines. Ahora, apenas cubierto en ropaje por un modesto traje sacado del baúl del pasado, sentado de frente a quien escribe, observa una colorida pintura realista donde asoma una virgen y la pequeña firma que dice Selim. Porque así se llama, Selim Valenzuela Galdámez.
Sobre el colchón, descansan más cuadros, todos de su propia factoría. Esperando, en esta reducida habitación de apenas tres por tres, quizás un golpe (pero de suerte). Esperando, y una ventana por la cual casi no pasa la luz, que no es una celda, sino una pieza de arriendo porteña. Esperando, tal vez, una última oportunidad.
Su rostro delata aquellos remarcados pliegues faciales simétricos al rígido cuerpo. A simple vista, cuesta creer que este hampón de larga data e historial propio del Salón de la Fama del crimen organizado (que lo era) sea el mismo que descargó pólvora a la mítica 'Yuyito' Ruth Galdámez por despecho, aquella deslumbrante hembra motivo de deseo del Chile de trasnoche. El mismo que fue yerno del 'Cabro' Carrera. El mismo que fue clave en el Nueva York inspirador de la Cosa Nostra del universo 'El Padrino'. El mismo que estrechaba mano a un novel Pablo Escobar en el naciente cartel de Medellín.
No es enaltecer historias del tipo "preciosas". Aquí hay redención. Hoy, en sus manos no están las cucharas ni pistolas; sí pinceles y lienzos. Al tránsito de su séptima década de vida, deposita fe en el arte como bastión de una nueva cruzada; una cruzada en la cual sólo hay luz y optimismo por lo que vendrá. Al menos, Selim así prefiere creerlo.
Como aquella vez que paralizó a un país. Eso tras ser "encanado" en el penal de alta seguridad de la cárcel de Acha, en Arica, junto a su ya fallecido yunta "El Vlady" por introducir al país 73 paquetes de cocaína en 1997. He aquí su relato de aquel momento a La Estrella de Valparaíso.
"Me acuerdo cuando hice la huelga (en 2004). Porque llegamos a la cárcel de Arica, y era de alta seguridad. Allí no teníamos televisión, compact disc, no había nada, y casi todas las cárceles abastecían de esas cosas. Tampoco había buena comida: era pura mugre.
Entonces yo tenía un muy buen amigo, Jorge Aravena, él me ayudó mucho, y yo le ayudé a él. Entonces, con mi yunta Jorge, empezamos a ver la posibilidad de hacer una huelga. Yo le dije: 'ubíquenme a esta persona de Arica, esta otra de Temuco, otra de Conce, dos de Santiago, uno de la peni y el otro de alta seguridad de Colina'. ¡Y las ubicamos!
Les dije que íbamos a hacer una huelga porque nos trataban mal, la comida era mala, nos pegaban a cada rato. ¡Una mugre! Quiero hacer una huelga en todo el país, y vamos todos para que se arreglen las cosas. Ahora.
'Yapo, te vamos a apoyar'. Así me acuerdo que todas las canas se fueron a huelga. Iquique, Antofagasta, Calama, Coquimbo, Santiago, en Santiago la Peni, Colina y sigue. Yo antes me había arrancado de Valparaíso (1999). También llegué a la de Alta Seguridad, en Santiago: fui el primer preso que llevaron para allá. Me habían dicho: oye huevón, están preparando tu casa'.
De vuelta, el de la peni me dijo que no, déjame aquí, que nadie saque comida... aquí vamos a pegarle a tres hueones. Vamos a dar puñaladas, así van a parar al hospital. Quedó la media caga, ¡ja! Me acuerdo que yo estaba en Arica, y viene el coronel que mandaba en Santiago a hablar conmigo. No me tenían ni buena ni mala: no se metían con Selim (él era un "protegido" de capos). Y luego llegaron tres o cuatro autoridades de la capital a dialogar conmigo.
Querían saber cómo podían hacer para parar la huelga. A ellos le habían dicho que el único que podía detenerla en todo Chile era el Selim, o sea yo. Que quede claro: nunca me voy a hacer amigo de los gendarmes, a algunos los estimo mucho, porque no todo el mundo es igual. Hay unos que me tenían buena; necesitaba el celular y me lo pasaban. Nunca me perseguían, porque hay gente en la policía que no quieren a los sapos. Claro que hay que darles una cosa antes. Ahora ya no. Creo que es así.
Bueno, la cosa es que llega el gendarme. Me acuerdo de él porque me perseguía harto. Otros te cargan, te pueden poner droga, pero él no me hacía nada; sólo me vigilaba más que la cresta. Llegó y me llamó. Y cuando me presento en la huelga, pasan la cuenta del día anterior -me acuerdo- y le digo: 'Cabo, quiero presentar un papel de huelga'.
Queríamos de todo: visita conyugal, porque ni eso teníamos. Todas esas comodidades que hay hoy en día, las dieron esa vez. ¡Si antes no teníamos nada! ¿Qué la visita conyugal? Mira, estábamos tapados sólo con frazada: todos te miraban, les llamaban los camaro, porque eso era. Estaba el medio griterío, porque eso era (no se podía tener sexo tranquilo). Y eso, nosotros, queríamos que fuera más decente: yo les dije que en Estados Unidos hay de todo, tanto que dicen que son de primer mundo, y acá nos tienen a nosotros así.
¡Reclamé, poh! Y el cabo me dijo: '¿y todo esto querí?'. Claro, le dije yo. Y él replicó: 'quién te va a acompañar, ¿todo el módulo?'. Yo contesté: no, yo solo. Y el cabo respondió que yo estaba loco. Y le dije: preséntela, porque si no… yo voy a reclamar. La presentaron y entonces se rieron allá arriba… cuando en la mañana siguiente, estaban las tres puñaladas en la peni. ¡Ja!
Y dicen: 'el que no sigue a Selim Valenzuela, lo vamos a matar'. ¡Logré parar a todo el país, al tiro! Ellos sabían que yo además tenía plata, y que si necesitaban un abogado, yo al tiro. Si se necesitaba su milloncito por abajo, saltaba.
Cuando pasó esto de la huelga, ¡se paralizó el país entero! Y cuando fueron a hablar, el alcalde de la peni, me imagino que fueron a hablar con él, dijo: 'No, la huelga no la estamos haciendo nosotros. La está haciendo el Selim Valenzuela. Viene de Arica la cosa, y nosotros estamos apoyando y todo Chile. Y él es quien decidirá terminarla, y si no es la voz de él, no se para esta huevá'.
Cuando llegaron los coroneles, me afirmaron: 'usted debe tener celular, ¿cómo se comunica con todo el mundo?' Sí, señor, dije yo. Allí lo tengo arriba en mi camita, debajo de la almohada, lléveselo. Pero si quiere que pare esta huelga, me lo va a tener que traer de vuelta. Allí uno de los coroneles, dijo: '¡este cabro se las sabe todas!' Y no se lo llevaron.
Así que nos trajeron todo. ¡Parecía Día de Pascua!: televisor, comida, ¡todo!... ¡estaban felices los reos! Visita conyugal, todos los meses. Así que me pasaron el celular, lo pesqué. Llamé a las canas que había contactado. Dije: 'Ya cabros, paren. ¡Y se paró la huelga! Sí, logramos el objetivo".