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Ayuda a enfermos terminales, de puro corazón

Raúl Villanueva convirtió su acción solidaria en un albergue para todas las personas que requieren de cuidado, aquejadas de SIDA o Cáncer.
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Elizabeth Pérez

Hace poco más de 20 años Raúl Villanueva se vio profundamente conmovido cuando un hombre murió solo en la calle aquejado de SIDA.

No lograba entender la poca empatía. Cómo no había un amigo, un ser querido o un cercano que le tendiera la mano.

Sin pensarlo dos veces decidió ser él quien abriera las puertas de su hogar para acoger a quien más lo necesitara.

No sabía mucho sobre las enfermedades, más que la mayoría de los mitos que siempre circulan entorno a ellas.

Sin embargo, estuvo dispuesto a aprender y construir un camino que hoy lo tiene dirigiendo un albergue para este grupo de pacientes.

No solo los ayudó a gestionar sus visitas al médico, les entregó medicamentos e incluso la alimentación que ellos necesitaban, sino que además, lo hizo en un comienzo todo metiéndose la mano en el bolsillo.

Pero sobre todo lo anterior, fue capaz de entregarles compañía y cariño, eso que tanto necesitan en momentos tan duros de la enfermedad.

"Yo no sabía mucho, pero sí tenía claro que ellos necesitaban de ayuda y yo estaba dispuesto a entregárselas", relató.

Cada año fueron más y más los pacientes que recibió. Realizaba curaciones y atenciones, sin tener mucha noción.

Sus acciones fueron conocidas por la iglesia y la pastoral de la ciudad le permitió realizar una especialización.

"Fui a la Clínica de la Familia en Santiago y ahí recibí capacitación para atender a enfermos terminales", agregó.

El camino ha sido duro, pero lentamente se han sumado anónimos que conmovidos por la historia han decidido darles una mano.

Cuando se dio cuenta que eran muchos los que necesitaban cobijo, se percató que esto debía seguir creciendo.

Tiene la fortuna de haber visitado gran parte del mundo, lo que le permitió conocer otras realidades en el área.

Así nacieron sus ganas de crear un albergue para todos los enfermos de SIDA y cáncer que lo necesitaran. Con esfuerzo compró un sector en el poblado de Chiu Chiu. Fue consiguiendo recursos e incluso algunas subvenciones. "La gente comenzó a creer en mi proyecto y me demostró que con trabajo se pueden hacer los sueños realidad", agregó.

De ahí en más, poco a poco ha ido construyendo este gran proyecto. Apoyo de uno y otro lado le han permitido salir adelante.

"Quiero que ellos tengan un espacio donde poder vivir tranquilos, recibir buena atención, cariño y por qué no, hacerlos sentir útiles pese a la enfermedad", relató.

La idea es realizar talleres de artesanía cuyos productos luego puedan ser comercializados e incluso tener animales para el autoabastecimiento y también para la venta.

El camino que queda por recorrer es largo. Pero hoy muchos lo hacen más llevadero entregando ayuda y compañía.

Quiere que más personas se sumen a este desafío y los espera de brazos abiertos.

Una historia que nació como una necesidad de ayudar al prójimo y que terminó transformado en un espacio para acompañar a quienes muchas veces parten en silencio y total soledad, hoy esa realidad él la cambió.