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El espíritu libre de ser un violinista mochilero

Bastián Madrid junto a un amigo, emprendieron el viaje hacia Machu Picchu, manteniéndose sólo con las monedas que la gente les entrega a cambio de música.
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Ricardo Muñoz E.

La escena es así: hace bastante calor, pero como todos los días en pleno centro de Antofagasta, la gente camina de acá para allá. Algunos están haciendo compras previas a Navidad y otros se apuran a hacer los trámites antes que se acabe la mañana.

Pero en medio de toda la monotonía del centro, aparecen las melodías en violín. De inmediato desfilan las partituras clásicas como el tema central de la Lista de Schindler, piezas de Andrea Bocelli, Tango por una Cabeza de Carlos Gardel, Czardas de Victorino Monti, algo de música más selecta como The Secret Garden.

El joven delgado, de barba y con pantalones de colores, rápidamente capta la atención de los transeúntes, como si los despertara de un "letargo urbano" propio del quehacer diario y los invitara a solamente escuchar las notas musicales que salen del instrumento de cuerdas.

Se detienen, unos aplauden, otros siguen su camino y están los que se acercan a dejarle monedas, las mismas que poco a poco caen en el estuche en donde guarda su instrumento de trabajo.

Oriundo de Rancagua, Bastián Madrid Cerda (24) dice que aprendió a tocar hace sólo tres años y medio a través de un músico callejero que le enseñó lo primero. Explica que continuó por su cuenta, más bien autodidacta, en donde comenzó de a poco a buscar partituras en internet.

Recuerda que de igual forma probo tomar clases en una escuela de música, pero no le gustó mucho porque se considera más bien alguien de espíritu independiente: "se puede decir que soy bastante liberal para todo".

Reconoce que al principio prefería más bien los instrumentos de viento, pero fue después de ver la interpretación de una pieza de Tchaikovsky en la película El Gran Concierto, que marcó su vínculo definitivo con el violín.

Y con ese mismo sentimiento de libertad, decidió junto a un amigo que también es violinista callejero. a emprender un viaje hasta Machu Picchu en Perú, sólo con el objetivo de conocer nuevas culturas.

Los mochileros decidieron así tomar sus cosas y "a dedo" seguir la ruta hacia el vecino país. Para dormir, están las carpas. Cuando tienen hambre, las monedas sirven para comprar algo de comida y cocinarla.

"Salí hace más de dos meses y me quedan más para seguir mochileando", dice. Y pese a que revela que es técnico en servicio de turismo, además de ser guía turístico y contar con un curso de emprendimiento en negocios, ya lo tiene claro: "se podría decir que éste es mi estilo de vida. La música me da para sustentarme, ya que como soy mochilero no consumo tanto y sé como hacerla".

Y en cuanto a la motivación para efectuar un viaje tan lejos y sólo sustentado por su violín, confiesa que es por motivos espirituales. No le gusta especificar mucho en cuanto a creencias y sólo lo resume así: "soy tirado más para el lado budista. Me gusta su estilo de vida, sin comer carne...".

Pero pese a ello, el tema de sentirse libre es algo que viene desde la cuna. "Simplemente me agrada ser libre. Me puse la mochila y salí", añade.

La experiencia no podía ser mejor para Bastián, la que califica como "bastante agradable".

"En estos dos meses he conocido más músicos que en mis 24 años de vida, he tocado varios instrumentos, no he tenido ninguna queja. Ha sido bastante buena esta aventura", finaliza y vuelve a tomar el violín.