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Padre e hija unidos por la genética, la pasión Puma y la portería

José Castillo defendía a principio de los años 90's los tres tubos de Deportes Antofagasta en el fútbol profesional. Hoy es su pequeña Katalina la que sigue sus pasos en la serie femenina del CDA, donde es su alumna en la defensa del arco.
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Ricardo Muñoz E.

Cuando a José Castillo le preguntan por sus tiempos mozos en el fútbol chileno, es inevitable ver en su cara algo de emoción y nostalgia. Si bien nunca dejó de entrar a las canchas, dice que no hay nada como salir al pasto, para una vez más buscar el triunfo del equipo, rodeado de los incondicionales hinchas que llegaban hasta el Estadio Regional.

Su nombre es ampliamente conocido en los que son los más fieles seguidores de Deportes Antofagasta y cómo no si armado con sus dos guantes, más la camiseta con la imagen del puma característico, se ponía al resguardo del pórtico entre 1986 y 1990 en el primer equipo.

Y en el camarín tuvo grandes compañeros con los que hasta hoy se reúne, juntos con varios otros históricos del CDA. Por decir algunos nombres: Sergio Marchant, Juan Carlos Ríos, Jaime Vildósola, Félix Araos, Italo Zepeda, Juan Acevedo, entre otros legendarios de la camiseta albiceleste y con quienes hoy se reúne en la agrupación de históricos Pumas, para eventos benéficos.

Antofagastino de tomo y lomo, el portero trabaja hoy en el rubro de la minería, pero jamás ha dejado de lado la pelota de fútbol. "Recuerdo esa época muy linda, y de eventos de alta competición y representando a mi ciudad y al lindo club del CDA, al que le tengo mucho cariño desde las bases, cuando entré en primera infantil", comenta.

Fue en el 87' cuando pudo debutar en un partido profesional y nada menos que orden del mítico Hernán "Clavito" Godoy, el mismo en que ya en esa época se hacía famoso por utilizar su infaltable pizarrita. "Era fregao', por la fuerza que ponía el tipo. Es una biblia, tú te sientas a una charla de él y hay un silencio rotundo y eso habla del respeto que se le tenía al conocimiento, lo que te entregaba a ti en una charla técnica. Tiene mucha jerga chilena, le gustan los jugadores vivarachos y te comía vivo si cometías algún error dentro de la cancha", dice el guardameta.

Tras el paso por el CDA, emigró hacia Magallanes y luego de vuelta, pero no llegó a acuerdo, por lo que tuvo que colgar los guantes en el profesionalismo. Entonces aprovechó de estudiar hotelería y turismo, desde donde pudo saltar al mundo minero y hoy es ingeniero.

Pero siempre estuvo ese bichito en el oído que lo hacía regresar a las canchas. Y así fue, al menos en el fútbol amateur, donde también en la actualidad juegan varios históricos del plantel albiceleste, algunos de sus ex compañeros con los que se reencontró ya no en el pasto del recinto de Avenida Angamos, sino que en las canchas de tierra.

Padre-Hija

Pero hoy la vida le entregó una nueva gracia, en donde la genética tira fuerte. Hace un año y medio que llegó a la Fundación Sueño Olímpico para ser el preparador de arqueros de la rama femenina del CDA, en la cancha 3 del Calvo y Bascuñán.

Y la herencia se hizo presente. Su hija Katalina es la portera del equipo (recientemente campeón), a quien debe entrenarla todas las semanas. Sigue sus pasos vistiendo bajo los tres palos, la misma camiseta de sus amores. Pero ella no siempre quiso ubicarse en la portería.

Hace tres años la joven le dijo que le gustaba el fútbol y gracias a los contactos de José, habló con el entrenador Quemel Farías para que se probara en el equipo de Minera Escondida, al principio como delantera, puesto en el que estuvo probando suerte durante seis meses.

"Cerca de una navidad me dice, 'papá, no te vayas a molestar pero yo soy arquera'…Ahí, me subí al auto, eché unas pelotas que tengo en la casa, nos fuimos a una plaza cerca, le puse los guantes y me di cuenta que tenía las condiciones, desde entonces no hemos parado", añade Castillo.

La Kata pasó de recibir sus bases técnicas en el Real 1° de Mayo a ser una de las cadetes sub 17 del CDA y tiene sus metas claras: quiere ser portera de la selección chilena, para lo cual se prepara constantemente.

Papá en la casa y entrenador en la cancha, sería la mejor forma de definir la relación de las dos generaciones de Castillo en el pórtico y si bien tiene algo de dificultad, hay que obligadamente separar esos roles.

"Ella tiene súper claro que ahí yo soy su entrenador. Nada que 'papito estoy cansada', entrena a la par con las demás. Al contrario, creo que hay más exigencia todavía. Salimos de la cancha y ahí está el papá", añade.

En el mundo del fútbol tal vez el puesto de arquero es el más ingrato de toda la oncena. Se puede pasar de un partido soñado a otro para el olvido en tan sólo unos pocos minutos, todo por la responsabilidad de ser el último hombre que tiene la misión de evitar a toda costa que la pelota ingrese en el pórtico y eso, con todos sus años de experiencia, lo sabe bien José Castillo.

"En el mismo partido puedes ser héroe o villano. (El puesto) tiene esa connotación y la va a tener siempre, pero es algo que uno debe trabajar psicológicamente y hay que implantar en el perfil del arquero un carácter increíble, porque te pasan cosas. No conozco a un arquero que no se haya comido goles, pero hay que trabajar la regularidad y eso es lo que ven los entrenadores. Tú diriges todo casi desde mitad de cancha, por lo que hay que tener una personalidad muy fuerte", comenta.

José Castillo hace una pausa y retoma la palabra, lleno de orgullo porque su hija es heredera, no sólo en lo genético, sino que por su pasión por el arco.

"Para uno es fantástico (que siga sus pasos). Creo que hoy, esto que se potencia el fútbol femenino, lo hace más fácil todavía y no sea visto como algo raro, como era antes. Por lo tanto es algo espectacular, primero tener la oportunidad de entregarle este conocimiento que uno ha adquirido con los años... 40 años de experiencia que se pueda entregar a una hija de 16, ver cómo va evolucionado, verla en una cancha y cómo ataja, escuchar sus proyecciones de llegar a la selección chilena, a uno le da más fuerza de seguir trabajando y entrenando. Es fabuloso, te llena de orgullo", comenta.

Es parte de la historia de José con su pequeña Katalina, padre e hija que la vida los unió de dos maneras y en la que se han mantenido juntos por el amor familiar y también al balón.

Ella ahora está prácticamente haciendo el mismo camino que hizo su padre hace ya varios años, donde espera ir más allá y llegar algún día vestir la camiseta que tiene el escudo de Chile en el pecho.

"Ella sabe dónde está, sabe que está en el equipo de Antofagasta, en el de los Pumas", finaliza.