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Esta foto estuvo sumergida cuatro años en los Ojos del Salar

Cristián Rudolffi estaba buceando con sus amigos en la altiplánica laguna de San Pedro de Atacama cuando de pronto se topó con una cámara GoPro con todas sus fotos buenas. Picado por la curiosidad, buscó por todos lados y dio con el dueño.
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Ignacio Araya C.

A la mayoría de los turistas que van por primera vez a bañarse a las lagunas que están cerca de San Pedro de Atacama les debe pasar la misma pregunta por la cabeza. ¿Qué habrá allá abajo? Por ejemplo, en Cejar nadie se atrevería a abrir los ojos debajo del agua para mirar, tomando en cuenta que hay tanta sal ahí que al salir del agua el short llega a salir tieso. Un poco más allá, en Ojos del Salar, la laguna es mucho menos salina, pero el agua es tan oscura que -dice el mito- no hay fondo.

Tiempo atrás, a Cristian Rudolffi, fotógrafo, se le ocurrió ir a buscar ese fondo con el equipo de buceo de H2O-SUB Ltda, una empresa donde trabajan sus amigos Enzo García y Fernando Valenzuela. Los Ojos del Salar están a 30 kilómetros del sur de San Pedro de Atacama, pero sólo una laguna es donde la gente puede tirarse de una altura de tres metros. Y una de las gracias de los Ojos es que es de los pocos lugares que van quedando donde los turistas pueden ir gratis, ya que no se ha concesionado.

Cristian, Enzo y Fernando se pusieron los trajes de buceo y comenzaron a bajar buscando vegetación, arena o lo que fuera que encontraran. Antes ya habían ido a Inca Coya, bajaron veinte metros y ya no pudieron más.

-No quiere decir que no tenga fondo, -dice Cristián- pero llegar abajo debe ser complicado porque el agua es oscura. No es como el mar, no entra luz.

El primer mito se derribó a los minutos: los Ojos del Salar si tienen fondo, y están a apenas ocho metros. Estaban en eso cuando visualizaron una cajita en medio de las aguas. Arriba, en la superficie, la vieron bien: era una cámara GoPro, de ésas que utilizan los deportistas para ponerse en el casco o instalarlas en una superficie y grabar cuando salen a practicar sus disciplinas.

Como cualquiera que encontrara algo así en la mitad de la nada, a Cristian le picó la curiosidad de saber cómo llegó eso ahí. Increíblemente, la cámara venía con una tarjeta de memoria que estaba funcionando impecable e incluía varias fotos. La última era la pista clave: se ve a un hombre flotando, de short y barba, tomándose una selfie sonriéndole a la cámara.

La foto del hombre de barba empezó a replicarse por Facebook cuando Cristian la puso en su muro. Un amigo le avisó a otro y de ahí a otro, generando una cadena que hizo pasear la foto del bañista hasta que fuera a dar con el desfortunado dueño de una cámara que terminó hundida en la mitad del Desierto de Atacama.

¿usted es?

El teléfono de Oscar Turina sonó en una de las cabañas donde trabaja en Pisco Elqui, al interior de la región de Coquimbo. La voz le dijo que había encontrado su GoPro, que la tenía en la mano y que estaba listo para enviársela.

Óscar quedó extrañado con lo que le decían. ¿Cual GoPro?, se preguntó. "No, imposible, si yo la perdí en 2012", dijo. Le dijeron que la habían pillado en los Ojos del Salar y ahí se acordó de todo ese paseo con amigos en los tiempos cuando él trabajaba en San Pedro de Atacama como guía turístico.

-Mira, fue simple. Yo me tiré un piquero, me asomé para afuera y la vi hundirse- cuenta el hombre de la barba, identificado después del misterio de la foto.

Lo que le cuesta creer a Óscar es que la cámara haya conservado las fotos cuatro años. "Oye, tremendas cámaras. Tantos años bajo el agua y como nada", dice por teléfono, quien aprovecha de agradecer a Cristian y los amigos buzos por encontrar la GoPro, "porque una cosa es encontrarla y la otra es querer devolverla".

Basura

El fotógrafo dice que como estaban buceando por el norte con Enzo y Fernando, no había una razón específica de qué buscaban, pero encontraron harto. "Primero fue documentar en video los fondos, la vegetación. Fuimos a explorar", cuenta.

Además de la cámara, abajo efectivamente había vegetación y también mucha mugre. Aparecieron mochilas, ropa, credenciales, toallas y hasta una extensión eléctrica.

-Es lo mismo que pasa en Antofagasta. Hay falta de cultura y a su vez falta de mayores multas y reglamentación para el uso de estos lugares- dice Cristian Rudolffi mencionando también Inca Coya, laguna ubicada cerca de Chiu-Chiu, y en las profundidades del río Loa. -Todo está lleno de basura de los turistas- dice.

El próximo plan de Rudolffi y sus amigos es ir a otras lagunas del altiplano que no fueron por tiempo, como la de Baltinache. Ese, de partida, era el plan oficial.

Allá en el Valle del Elqui, Óscar está esperando que llegue esa cámara que terminó en el fondo de los Ojos del Salar, porque Cristian se la mandó por encomienda junto con todas las fotos que se tomó y no ha visto en cuatro años. De hecho, hay un video -que eso sí es lo último- que muestra el piquero que se lanzó el amigo y que paró de grabar quizás cuándo.

-Aunque un par de años después me compré otra- confidencia el hombre de barba.