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Más de seis décadas dedicadas a un oficio que ya está en extinción

Comenzó a trabajar como carnicero cuando tenía solo ocho años. Con su esfuerzo le construyó la casa a su madre y también le entregó un hogar a su hijas. Hoy recuerda con nostalgia la época de gloria vivida junto a sus colegas.
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Elizabeth Pérez D.

Los oficios van lentamente desapareciendo. Muy pocos tienen aún interés en preservar aquellas labores que por décadas fueron claves.

La carnicería de barrio, esa atendida por su dueño y donde una compra era una oportunidad de compartir una amena conversación, van poco a poco en retirada. No existe interés y eso provoca nostalgia.

Porque como todo negocio pequeño, cumple con las necesidades de la dueña de casa. Aquella que muchas veces olvida algo para el almuerzo y lo encuentra a pasos de su hogar.

Esa mujer que con el paso de los años, hasta cariño y aprecio le fue tomando a su carnicero.

Es lo que pasa con Braulio Quispe, un hombre de 71 años que lleva más de 60 dedicado a este oficio que lo enamoró.

Un trabajo que reconoce realizará hasta que parta, día que también asume, seguramente su querida carnicería "Yayita", también cerrará sus puertas.

Las vueltas de la vida lo trajeron a Calama. Llegó según recuerda cuando corría el año 1955 y el rostro de Calama era totalmente distinto al que exhibe en la actualidad.

Tenía ocho años y llegó a trabajar al mercado. Desde niño se dedicó a ganarse el sustento diario, ayudando con esto también a su madre, a quien siempre acompañó.

Nació al interior de la Provincia El Loa, en el sector de Estación San Pedro, cerca de la localidad de Ollagüe, allá donde Chile se junta con Bolivia.

"Pero yo me crié en Ojos de San Pedro, eso es harto más arriba. Ahí vivía la familia por parte de mi mamá, ahí fue donde yo crecí", relató Braulio.

En esa época recuerda este carnicero de tomo y lomo, su padre trabajaba en las yareteras. "Ahora nadie se acuerda de eso, tampoco de la época del azufre. Como se terminó todo eso cuando fue como el boom. Era porque Chile Exploration Company (lo que hoy es Codelco) usaban estos productos y a eso se dedicaba mi padre".

Cuando no hubo más que entregar de dichos productos, emigró junto a su familia a la ciudad de Calama.

"Mi padre llegó a trabajar en unas parcelas. Incluso arrendó una , criaba animales, vendía alfalfa y choclos. Después entró a trabajar con los gringos en la Foli, que era un anexo de Chuqui", relata emocionado.

Claro, luego de dos años el padre de Braulio se fue y el pese a su corta edad, no más de 11 años, se hizo cargo de todo.

"Mi mamá pidió un terreno a la Gobernación en este sector (Independencia). Empezamos a construir, yo con mucho esfuerzo le construí su casa a mi madre", relató.

Efectivamente, con solo ocho años llegó al Mercado Central de Calama. Su tía tenía una carnicería y comenzó a aprender el oficio que le permitió con los años no solo apoyar a su madre, sino que también sacar adelante a su familia.

"Trabajé aprendiendo este rubro gracias a ella. Me dio la oportunidad de crecer siendo un niño responsable y ganando mi dinero para sacar adelante a mi madre".

Pero el paso de los años le dio la tranquilidad y seguridad necesaria para dar un paso que quizás costó hasta que se hizo realidad, se independizó.

"El 17 de noviembre de 1969 me independicé. Me instalé en el Mercado. Por el tiempo que había trabajado, mi tía me compró un local y me dejó instalado para que trabajará no más", comentó Braulio.

Ahí el desafío ya fue personal y cada día no dudaba en esforzarse al máximo por ir haciendo realidad cada uno de sus sueños de niño.

Desde entregarle una casa a su madre, hasta luego darle un hogar a su tres hijos. Todo gracias a un oficio que ejerce hasta hoy que ya tiene 71 años.

Mercado

Estuvo gran parte de su vida en el Mercado. Tiene hermosos recuerdos que atesora hasta el día de hoy.

Pero como todo en la vida, el avance y el progreso lo hicieron emigrar en el año 1987.

"El Mercado antiguamente era municipal. Todos los locatarios arrendaban a la municipalidad por un precio módico, después vendieron y salía mucha plata, así que me fui y me vine donde estoy ahora". Braulio sigue instalado en plena Avenida Independencia.

Recuerda que llegaron a funcionar ocho carnicerías, 10 verdulerías, 12 pescaderías y una cocinería. "Después cuando vendieron fue cambiando. Al tiempo desaparecieron las pescaderías y después las cocinerías también. Empezaron a llegar locatarios nuevos. Empezó a comprar gente nueva".

Recuerda con un dejo de nostalgia el mercado de antaño " era bonito, como tipo artesanal. Cuando empezaron a renovar, sacaron algunos locales y cambió el estilo del mercado, se perdieron un poco de clientes", contó.

Recuerda que cuando llegó, la mayoría de los comerciantes instalados en el mercado eran de origen asiático, específicamente chinos.

"Habían dos chilenos, mi tía y un locatario más que después falleció. Era una época linda, de convivencia sana, donde todos compartíamos".

El se quedó en la retina con ese Mercado que le entregó tanta historias que sigue atesorando en su memoria.

"Lo que más le atraía al cliente era la manera en como estuvo construido. Desde cuando se construyó, hasta que lo empezaron a remodelar. Los turistas llegaban, nos miraban, sacaban fotos de los puestos", recuerda.

Con las remodelaciones dice que el Mercado fue perdiendo la magia, pero reconoce que es parte de la "ley de la vida".

Hoy es un hombre orgulloso de lo que pudo construir a base de esfuerzo, sacrificio y amor.

"Esta casa es de mi hija. La compré y se las entregué a las dos. Es lo que les pude dejar en vida, con esfuerzo para su tranquilidad", dijo.

Se emociona. Sus ojos se tornan vidriosos cuando recuerda esa infancia que le hizo construir el gran hombre que es hoy.

"Cuando me inicié, era niño y era muy bonito trabajar. Era muy lindo. Éramos pocos los niños que trabajábamos en el mercado. Los otros en las verdulerías, pescaderías. Había una convivencia muy sana. Después de eso el haber aprendido este rubro y lo que más me gusta es que todavía lo sigo y lo haré hasta que me vaya".

Nadie de su familia quiso aprender el trabajo que le enseñó su tía. "El día que me vaya esto va a morir, como ha pasado con otros colegas que han fallecido y los hijos se quedan, duran un par de meses y desaparecen, es la ley de la vida"