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El único lustrabotas de Calama que hace masajes descontracturantes

Lleva más de 30 años ejerciendo el oficio y reconoce que en este último tiempo, ya no es rentable continuar. Sin embargo, también ha buscado reinventarse con los masajes.
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Karen Parra E.

La complicada situación económica, ha golpeado todos los sectores. Uno de los que también se ha visto afectado, ha sido el oficio de lustrabotas.

Es por esta misma situación, que el único lustrabotas de Calama, ya está pensando en buscar otro oficio que le permita seguir llevando el sustento a su casa.

Nicolás Gallardo, tiene 65 años y desde hace 30, se dedica a dejar relucientes los zapatos de los calameños. Desde ese entonces, comenzó con un lustrín y desde esa forma se fue haciendo conocido en la ciudad.

"Yo llegué a Calama como llegan todos, por trabajo, pero yo venía recorriendo ciudad por ciudad", dijo Nicolás Gallardo.

Es oriundo de Nueva Imperial en la Novena Región y por cosas de la vida, se quedó en Calama, donde logró hacer su vida.

Fue en ese momento, cuando se vio sin dinero y sin nada a que echar mano, se fijó en el oficio que realizaban otras personas.

"Me fijé que había un lustrabotas y dije acá están las monedas. Me mandé a hacer un lustrín y con ese cajón comencé a lustrar zapatos", agregó el único lustrabotas de Calama.

Para ese entonces, la cultura de lustrarse los zapatos era más potente en la zona. Era tan buen negocio que se podía lustrar entre 30 a 40 pares en una mañana.

Como era tan rentable el negocio, también trabajaba como contratista y los días de descanso se dedicaba a ser lustrador.

Oficio que hoy lo tiene como uno de los personajes más conocidos de Calama y se mantiene en el mismo lugar de siempre.

"En ese entonces, éramos tres lustrabotas y nos iba bien. Ahora soy el único y la situación cambió. Con suerte me hago seis mil pesos diarios", agregó Nicolás.

Es por ello, que tuvo que reinventarse y sacar provecho del comercio ambulante. Ahora, al oficio de lustrabotas, también le sumó la venta de dulces y caramelos, con lo que logra aumentar la cuota diaria.

"Ahora vendo dulces, pero tampoco es un gran negocio", comentó Nicolás.

Pese a que sus clientes han decaído, le permitió conocer a muchas personas, de diferentes profesiones y también autoridades, que en esos años tenían el hábito de tener impecables sus zapatos.

"Soy muy conocido. Tengo un cliente que todos los días y por más de 30 años, viene y le lustro los zapatos. Es el único", aseguró.

También ha sido una de las víctimas de los delincuentes, quienes le desarmaron su pequeño local que se encuentra en la esquina de calle Latorre con Ramírez.

Fue en el mes de febrero, donde se dio cuenta que sujetos intentaron llevarse sus cosas de valor, pero a fin de cuentas solo realizaron destrozos.

"Creo que buscaban algo que les diera dinero, pero solo tengo pastas de zapatos y escobillas. Fue más grave los destrozos que lo que se llevaron", comentó Nicolás.

Pero esta no ha sido la única vez, pues cada cierto tiempo se encuentra con la sorpresa que su pequeño local amanece abierto o dañado.

Situación que no lo desanima, sino que los insta a seguir trabajando en este oficio al que le tiene cariño y pese a que ya no es como antes, sigue adelante.

"Ahora solo seguimos al azar no más. No queda de otra", afirmó.

Reinventarse

La situación lo ha llevado a reinventarse y es por esa razón, que también aprendió otro oficio que hace en sus tiempos libres.

Da masajes descontracturantes por dolencias del cuerpo humano.

Según Nicolás, sus especialidades son las torceduras de las extremidades, lumbago, dolencia de caderas y espaldas, entre otras.

"Me dedico a esto y me va bien. Cuando son dolores de tobillo o de brazos lo veo en este pequeño local, pero cuando son lumbago u otro tipo de masajes voy a domicilio", explicó este hombre.

Reconoce que lo llaman harto para estos masajes, puesto que dice que muchas personas tienen fe en los masajes y realiza hasta friegas.

"Me vienen a buscar por diferentes problemas. Muchos llegan por datos, pero siempre me encuentran en este mismo lugar", afirmó.

Pese a que este negocio es más rentable que ser lustrabotas, no piensa en abandonar este oficio que fue el primero en realizar en Calama.

Le ha tomado aprecio a lustrar botas y con el paso del tiempo, ha sido el único que quedó cuando se inició. Ahora, solo lo hace porque le permite seguir conociendo gente y hablar sobre diferentes temas, que lo hacen salir de su rutina.

Para él, esto se ha convertido en una pasión más que en un trabajo y así lo toma, pues con lo poco que gana con este oficio ha pensado en dejarlo, pero luego se da cuenta que le gusta lo que hace.

"He pensado en dejar de hacerlo, pero no podría dedicarme a otra cosa. Ya tengo mi rutina y sin ella, ya no sería lo mismo", comentó algo pensativo.

Nicolás, se encuentra todos los días en Latorre con Ramírez, donde instala su local y espera a que los clientes lleguen.

A veces, solo es para conversar y así pasa el día, pero disfruta de estas charlas, que le permiten seguir conociendo nuevas personas, que llegan desde diferentes ciudades del país.

"Los que se lustran los zapatos no son gente de acá. No son ni de Chuqui ni de Calama, son personas que llegan desde otras ciudades", afirmó este único lustrador de botas de El Loa.