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Cuando la historia puede más que la competencia y la modernidad

Antigua mercería se mantiene como uno de los negocios con más tradición de Calama. Ha recibido premios y logró convertirse en Patrimonio Cultural. Hoy es liderado por las hermanas Tapia Quiroz. Su madre también sigue presente.
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Elizabeth Pérez D.

E entrar a la mercería y ferretería San Felipe, es una invitación a viajar al pasado. Rememorar los negocios de antaño, de esos que hoy en día quedan tan pocos.

Una vida entera de tradición, que en la última época ha debido sortear importantes desafíos, como sobreponerse a la llegada de grandes cadenas y también a la modernidad.

Pero hay quienes siguen siendo cliente, de esos fieles. De lo que van al mismo lugar de generación y generación. Esos que siempre saben que en la San Felipe podrán encontrar de todo.

Son de los pocos que han sobrevivido en Sotomayor, convertida por estos días en una calle más bien bancaria.

La tradición de más de 60 años, le permitieron incluso hacerse acreedores del premio como Patrimonio Cultural Comercial de Calama año 2015.

Un lugar que nació hace ya seis décadas, cuando Teófila Quiroz, decidió regresar a su terruño para estar nuevamente junto a sus padres.

Es oriunda de la zona, pero conoció el amor estando en Bolivia. Su marido era extranjero y ambos decidieron emprender negocios en la zona.

Una historia de amor llena de penas y alegrías, pero sólida y que supo mantenerse hasta que la vida dijo que Felipe Tapia debía partir.

Su mujer sigue liderando el negocio, quizás desde más lejos tomando hoy mayor protagonismo sus hijas Marta y María, pero ella jamás ha dejado de estar.

A sus noventa y tantos años, como confesó tener, sin querer entrar en detalles de lo específico de su edad, no son impedimento para que de cuando en vez se siente en la caja para atender a su cliente de toda una vida.

Salvo algunos problemas propios de la edad, está completamente bien y sigue con la misma capacidad de entregar el cambio a la perfección.

Su hija Marta, recuerda con nostalgia épocas pasadas. Esas, cuando calle Sotomayor era un paseo obligado para las familias loínas.

"El movimiento no es como antes. El paseo era de Vivar hasta Latorre y después se doblaba por Ramírez a la plaza. Era el paseo obligado en Calama y por donde más transitaba la gente y la Sotomayor era la más concurrida en cuanto a negocios, estaba uno al lado del otro. Hoy en día es pura zona bancaria. De negocio estamos quedando pocos en esta cuadra", explicó.

Efectivamente, en la ciudad no son más de cuatros los negocios tradicionales, eso que han logrado sobrevivir al paso de los años.

Todos han debido reinventarse, frente a un a competencia difícil. Han sido momentos duros, que han sabido sortear como familia. "Somos uno de los pocos negocios que hemos sobrevivido, porque han venido catástrofes y así también se han ido perdiendo todos nuestros colegas, la reina a la vuelta, desaparecieron", explicó María.

Ellas mandan

Son tres hermanos, pero uno de ellos se enamoró de la medicina y decidió dedicarse a su profesión. Fueron las dos hermanas, María y Marta, quienes optaron por apoyar a sus padres.

Desde pequeñas estaban en la mercería. De grandes los ratos libres en los estudios, eran dedicados al negocio familiar. Finalmente ambos quedaron al frente, claro que siempre lideradas por la experiencia invaluable de su madre.

Teófila ya suma a su haber tres hijos, cinco nietos y siete bisnietos. Hasta ahora una de ella se acerca al local, pero no saben qué pasará cuando el paso del tiempo requiera que otro tome la posta.

Por ahora, han ido innovando para sorprender a sus clientes, esos que incluso han salido en su defensa cuando es necesario.

"Hemos tenido clientes fieles que nos defienden, con algunos problemas con señores que se las saben todas y que quieren ser atendido por un hombre. Hay que aplicar diplomacia y salir del paso. Hacerlos entender que sabemos distinguir entre una tuerca y un tornillo", dice entre risas Marta.

Una de las preguntas frecuentes entre ella es saber el motivo del nombre del negocio. Muchos han llegado a pensar que es porque son oriunda de San Felipe, sin embargo es en honor a su padre, Felipe Tapia.

Hoy reconocen que las llena de orgullo poder mantenerse pese a la adversidad y que ese desafío diario también sea valorada por sus clientes. "Don Felipe no está y ustedes menos mal que mantuvieron el negocio y te da orgullo, todavía estamos acá", explicó Marta.

Con nostalgia también recuerdan cómo fueron los comienzos, esos donde era un desafío conseguir los insumos para entregar a la clientela.

Teófila era la encargada de viajar a Antofagasta en busca de todas las alternativas que llegarían al local.

Llegaba cargada, imágenes que siguen en el recuerdo de sus hijas, que vieron cómo sus padres con mucho esfuerzo, lograron sacar adelante su ferretería.

Hoy todo es distinto. "Ahora uno se contacta con los vendedores y ellos tienen despacho. Todo es más fácil", explicó María, quien se encuentra a cargo de lo administrativo.

Entre las cosas que se modificaron, fue diversificar el servicio a las mujeres que disfrutan de las manualidades. "Siempre fue una ferretería. Con el tiempo pasó a ser mercería, para un poco complementar con artesanía. Porque la ferretería era muy masculino y las mujeres le pegaban poco a la ferretería, se quiso complementar un poquito para que trabajen también las damas. Nosotros aprender algo de artesanía", explicó María.

Hoy también realizan cursos para sus clientas, para que conozcan sus productos y para entregarle nuevas alternativas.

Tiene a dos trabajadores, uno de ellos ha sido parte del crecimiento de la San Felipe. Don Beto, lleva cuarenta años trabajando junto a los Tapia-Quiroz.

Mano derecha, conoce como nadie el negocio. Sabe cómo funciona y en cuatro décadas, se ha convertido en uno más de la familia.

Hoy, los pasillos de la mercería se llenan con los nietos, esos que alegran el alma de Teófila.

Esos mismos que se divierten donde antes sus padres hicieron más de una travesura.

Un lugar con historia, una familia que ha visto cómo la ciudad avanza y cómo se transforma.

Que ha vivido en primera persona los cambios de una ciudad que a ratos le ha sido esquiva, pero que pese a todo los mantiene más vigentes que nunca. Un lugar donde muchos van a buscar eso difícil de encontrar, que como todos dicen, de seguro "está en la San Felipe".