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La tradición del volantín de papel aún no muere en Calama

El comerciante loíno, Francisco Arteaga, lleva 49 años dedicándose a este arte, que espera que mantenga su familia, en especial su pequeña de ocho años de edad.
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Osvaldo Vega C.

Ya son 49 años en que sigue manteniendo la tradición de los volantines de papel en Calama y es que don Francisco Arteaga Jorquera no pierde el entusiasmo de fabricar estos cometas, que cuando se elevan por los cielos sacan más de una sonrisa de los pequeños, jóvenes y adultos que los encumbran para sentirse aún más chilenos, sobretodo en el marco de estas fiestas patrias.

A pesar con el paso de los años, la irrupción de volantes de plástico traídos mayoritariamente desde China ha mermado la venta de estos también llamados "barriletes de papel", don Francisco manifestó que le sorprendió que este año las ventas se han elevado, sobretodo que los colegios de la capital minera los están pidiendo en gran cantidad a sus educandos.

Por ello, es que Arteaga se prepara siempre de forma especial para esta fecha, encargando el papel de volantín y los maderos a Santiago, además que se abastece para vender también trompos y emboques traídos desde Villarrica, para sus fieles clientes que lo visitan en el local 149 de la Feria Modelo.

"El volantín de papel lo están pidiendo más ahora y más que otros años, sobretodo en las escuelas. Por lo que las ventas están buenas y no me quejo", enfatizó Arteaga, quien declaró que espera que se mantenga esta alza en los próximos días.

Respecto a desde cuándo que se dedica a la fabricación de estos volantines de papel, don Francisco precisó que desde que tenía siete años y cuando vivía en Tocopilla, donde solo aprendió de este arte, que con el paso del tiempo fue puliendo y perfeccionando.

"Antes hacía los volantines con esas cañas normales, de cañaveral y que se da en las parcelas, por lo que ahora que se moderniza todo, traigo el colihue de Santiago, que es más fácil de trabajarlo", manifestó el loíno.

Así es que en el puerto salitrero fue donde comenzó a vender desde pequeños los cometas de papel y como mencionamos, aprendió solo de esta tradición, porque su padre era pescador y no tenía idea cómo fabricarlos.

"Había un caballero que vendía volantines en Tocopilla y hacía el tradicional, donde hay que armarlo paso por paso, y el de caña que era pegada con colafría y ahora se hace con neoprén, por lo que aprendí viéndolo a él", dijo el comerciante.

Por ello, en su casa ubicada en el pasaje 15 con Washington, fue que empezó a vender los barriletes y fue así que se trajo esta tradición a Calama.

De este modo, es que ya lleva 42 años viviendo en la Tierra de Sol y Cobre, por lo que se vino con su familia a Calama, porque económicamente no estaba bueno Tocopilla para sobrevivir.

Del papel al plástico

Por el hecho que muchas personas no saben elevar bien los volantines y prefieren el de plástico que dura más a las caídas frente a uno de papel, don Francisco declaró que "si uno eleva como corresponde y le hace sus tirantes como corresponde, se eleva bien. Por ello, hay que saber elevarlo, por algo es de papel, que se cae y se hace tira. Por ello, cuando voy a Topáter me llevo mis cuatro o cinco volantines. Así que hay que hacerles también una colita para que quede más pesadito y no se lo lleve tanto el viento".

En este mismo ámbito, es que el comerciante loíno dio sus consejos y dijo que "si uno eleva el volantín así no más como te lo venden, queda para jugar y se mueve para todos lados, y queda como loco. Pero, cuando le pones una cola larga, queda chupetito y se eleva para arriba no más".

Por último, este vecino enfatizó que espera que esta tradición la mantenga su familia, sobretodo su hija pequeña, de ocho años, que lo ayuda a fabricar los volantines y también lo acompaña a elevarlos al sector de Topáter. Su hijo también lo ayuda.