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El último homenaje a uno de los más fieles lectores de La Estrella

Siempre se enteró de las noticias a través de estas páginas. Años siendo un lector fiel, le dieron espacio para un homenaje póstumo. Sus hijos hoy recuerdan con enorme amor a ese hombre que les entregó una hermosa familia.
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Redacción

Dicen que nadie muere cuando el recuerdo sigue latente. Cuando el corazón vibra cada vez que hablan de ese ser querido que partió.

Hace una semana los cinco hijos de Pedro Jofré, recibieron ese llamado que todos saben un día llegara, pero que todos esperan jamás recibir.

Su padre, tras una larga enfermedad que lo fue deteriorando poco a poco, falleció. Su corazón no resistió y partió al encuentro de la mujer de su vida, la misma que ya había adelantado camino.

Pero Pedro no era cualquier abuelito, era uno que muchas veces leyó estas mismas páginas, y nos quedamos cortos. Fue un lector de La Estrella de toda la vida.

Es que no había día que no fuera a su negocio de siempre a conseguir su ejemplar.

Se informaba en las páginas de este tabloide, lo que lo hizo por décadas estar enterado de todo el quehacer local, nacional e internacional.

Esos lectores de la vieja escuela, esos que no transaron con la modernidad y que las páginas web no se acoplaron a su rutina.

Él necesitaba tener en papel cada uno de los ejemplares, el que tal como cuenta su familia, leyó hasta el último día.

Por la mañana lo revisó hoja a hoja y en la tarde, partió.

"Ese día le compraron el diario, lo leyó y se fue. Todos los días tenía que tenerlo. Después no podía ir, pero iba mi hermana, le encargaba que fuera a comprar el pan y le decía "tráigame el diario", comentó Isabel.

Definitivamente un hombre que se ganó un espacio en estas páginas. Un verdadero homenaje para un lector que valoró a diario el trabajo del equipo de La Estrella. También un recuerdo para quienes hoy, a una semana de su muerte, todavía lloran su partida.

Pero aunque ya no está para contarnos cómo comenzó ese verdadero romance con el diario, sus hijos se dieron el tiempo de compartir la fidelidad que demostró Pedro, ese minero que luchó por su familia.

Su historia

Partiremos por su historia. Esa del hombre nortino esforzado y comprometido con su tierra, que lo llevó a convertirse en el primer minero de su familia.

Sus pasos lo siguieron tres de sus siete hijos, quienes también ingresaron al mundo de la minería, ese donde se pasan tantas penas pero que brinda a la vez tantas alegrías.

Fue además la minería la que le permitió conocer a la mujer de su vida, la compañera con quien construyó su hermosa familia.

Aurora Prieto trabajaba en las cocinerías en Chuquicamata, las misma donde Pedro iba a comer cada día.

Miradas cómplices que luego se convirtieron en amistad y, más tarde, en un matrimonio que duró para toda la vida.

Claro que ella decidió partir antes, quiso esperar a su viejo con todo listo para descansar también unidos en la eternidad.

Hoy, cinco de sus siete hijos siguen vivos, dos fallecieron. Si hay algo que valoran y que siempre los ha carecterizado, es la unión, esa de familia achoclonada que se reúne en cada fiesta.

"No teníamos grandes riquezas, pero teníamos valores que para nosotros eran nuestra mayor tesoro", dijo Pedro, su hijo.

Y ese sentimiento de familia, esa necesidad de estar juntos, también lo han mantenido los nietos.

Esos 18 integrantes de la familia que llegaron a alegrar la vida de este matrimonio. A los que se sumaron ocho bisniestos y un tataranieto.

Su partida los golpeó fuerte. Era el proceso de la vida, pero todos querían tenerlo un ratito más. Sentirlo un momento más, decirle una vez más cuánto lo amaban.

Sus últimos años los pasó en la Kamac Mayu. Su hija Margarita se hizo cargo de su cuidado. Pero él vivía feliz y recorría el barrio cada vez que la salud se lo permitía.

Pero si hubo algo que jamás dejó de hacer, fue leer su diario regalón, La Estrella.

"A las siete de la mañana empezaba a escuchar música y leía su diario como todos los días", comentó su hija Isabel.

Un hombre de esfuerzo, ese que trabajaba de sol a sol, que incluso por años renunció a sus vacaciones para construir el hogar que entregó a sus hijos en la población O'Higgins.

"Todas las vacaciones fueron para construir la casa (...) Ellos jamás se dieron vacaciones. Lo hicieron después, todo fue sacrificio", agregó.

Fue en su barrio de toda la vida donde también lamentaron su partida. El quiosquero de toda la vida, ese que cada día le guardaba su ejemplar de La Estrella, también lo recordó con cariño, al saber de su fallecimiento.

Hoy, Pedro Jofré, ese hombre que por años tomó estas páginas para mantenerse informado, se ganó su espacio.

Una historia que él no podrá leer, pero que permitirá guardar a su inmensa y valiosa familia el más lindo de los recuerdos de este gran hombre.

Con defectos y virtudes pero que a todos les entregó lo más importante que tienen hasta hoy, el amor por los suyos.