Cartas
Banderitas
Que Cataluña o parte de su población pretenda independizarse del resto de España no es nada nuevo. A lo largo de su historia, los barceloneses siempre estuvieron más emparentados con las burguesías meridionales de Francia o Italia que con las de la adusta Castilla, y ya en 1640 habrían iniciado un movimiento separatista que los enfrentó a Felipe IV. Hoy, siglos más tarde, las cosas no han cambiado tanto. Y los defensores de la patria han salido a invocar constituciones y a predisponer a la población contra los separatistas. Pero lo peor de todo, lo más violento visualmente, son las banderas. Ya sea las catalanas o (todavía más terroríficas) las españolas que cuelgan de tantos, demasiados balcones y ventanas, como un mal presagio, como si el bigote infame de Franco volviese a asomar. Cabe preguntarse, sin embargo, ¿a quién beneficia este escenario de nacionalismos desatados? Los miembros del gobierno español ya anunciaron que en 2018, producto de la llamada "crisis catalana", el país crecerá menos, aumentará o se mantendrá el desempleo (un 20%, mientras que, por ejemplo en Chile, hay un 7%) y habrá que recortar presupuesto en cultura, salud, educación y así, suma y sigue. Por lo tanto, ¿quiénes ganan? Saquen sus conclusiones.