Cartas
El "doctor de los pobres"
Señor director:
No recuerdo exactamente cuántos años tendría, pero esa tarde mi madre esperó solo algunos minutos para que me atendiera. Era el tiempo en que los consultorios y las clínicas estaban por existir; el tiempo en que las horas por teléfono y los seguros catastróficos estaban por llegar, ese tiempo sin Fonasa ni isapres abusivas. Ese tiempo en que si no alcanzabas horas en el hospital, podías ir a ver al "médico de los pobres" y él siempre te recibiría con una sonrisa santa en su rostro.
Solo vagos recuerdos tengo de ese instante. Una sala algo oscura, una vitrina de instrumentos plateados que brillaban con la luz de alguna lámpara lejana y otro anaquel de remedios que se repartían con generosidad extrema... y un médico alto de delantal blanco y hablar sereno que me examinaba.
"Quédese tranquila señora; es solo un resfriado, que en algunos días se le pasará", le dijo a mi madre al mismo tiempo en que le entregaba algunos remedios. Así fue como conocí al doctor, al cual mi madre admiró siempre, como lo admiró la comunidad entera de una Antofagasta que descansa en los recuerdos maravillosos de quienes al nacer en esta tierra bendita tuvimos la suerte de conocerlo en vida y obra. Un Santo visitó nuestra pequeña ciudad y con su corazón inmenso le dio carne y verbo a los evangelios.
Con los años me convertí en profesor y una mañana de los años '90 fui invitado a la graduación de enseñanza básica y media de los reclusos que son atendidos en la escuela que funciona al interior de la cárcel. Estaba sentado junto a otros profesores esperando el inicio de la ceremonia, cuando de repente y mientras sonaba la música ambiental, sentimos una gran ovación que venía del lugar de los internos. Era el doctor Antonio Rendic Ivanovic que llegaba, de terno más bien claro, una corbata oscura y delgada, más un elegante sombrero blanco. El doctor caminó lentamente hacia su asiento entre los aplausos de todos los asistentes, a los cuales respondían con caballerosos gestos y venias de su sombrero. Nos pusimos todos de pie y él nos dio la mano a cada uno de nosotros ceremoniosamente.
Ha transcurrido el tiempo, los recuerdos de mil eventos asistidos en mi vida se han disipado de mi memoria como las hojas secas barridas por los vientos otoñales en la Avenida Brasil de Antofagasta. Pero el recuerdo de la ceremonia que a principios de los '90 se le hizo en el Teatro Municipal por parte del alcalde Floreal Recabarren Rojas para homenajear al "doctor de los pobres" y presentar un libro suyo de poemas y escritos de Antofagasta, permanece inalterable al paso del tiempo.
Ricardo Rabanal Bustos
profesor, cronista y bombero