El fraile que camina por el mundo con un mensaje de vida
En agosto del año pasado, el brasileño Marcelo Monti salió de su casa en Porto Alegre para peregrinar por los cinco continentes. Busca acompañar a quienes sufren por la pobreza, el SIDA y la marginación. Serán 10 años de travesía.
Marcelo Monti se acomoda en el sillón de la casa en la que está alojando en Antofagasta para comenzar a contar su historia, la misma que desde agosto del año pasado ha comentado a los distintos medios de comunicación que lo han entrevistado.
El pasado 28 del mencionado mes, el fraile de la orden franciscana capuchina celebró su cumpleaños número 40 de una forma totalmente diferente: salió de su casa en su natal Porto Alegre (Brasil), para literalmente caminar por el mundo. En su camino ya atravesó desde las tierras cariocas, Uruguay, Argentina y el 16 de febrero pasado arribó a Chile por el Paso Los Libertadores. Hace algunos días se encontraba en Taltal y hasta el lunes se quedará en Antofagasta para al día siguiente partir hacia Tocopilla.
A su llegada a la región ya había completado cuatro mil 280 kilómetros, pero eso es una pequeña parte, porque su caminata llamada "El Camino de Aline", en memoria de su hermana que falleció de SIDA, contempla un proyecto total de 90 mil km. en un lapso de 10 años, y atravesando 70 países de los cinco continentes.
"No entré a Santiago, pero vine por Los Andes, San Felipe, Petorca, Caimanes... Pueblitos chiquitos. Illapel, Combarbalá, Ovalle, por la costa en Coquimbo, La Serena, La Higuera, Cachiyuyo, Vallenar, Freirina, Huasco, Caldera, Chañaral, el Parque Pan de Azúcar, que es muy lindo, Taltal... Y acá estamos. Todo el tiempo caminando, nunca a dedo", comenta Marcelo sobre su itinerario en nuestro país.
Por supuesto lo más duro fue atravesar el Desierto de Atacama, contando con agua para cinco días y en su trayecto algunos de los conductores del camino seguían de largo. Otros se detenían y al escuchar la historia del fraile, le ofrecían algún tipo de ayuda, ya sea en comida, agua o alojamiento.
Cuando a Marcelo se le pregunta "¿por qué caminas?", con su acento más uruguayo que brasileño (tiene familiares y vivió hasta los tres años en dicho país) responde casi enigmáticamente: "porque puedo caminar". Pero la verdadera razón es más profunda y tiene que ver con llevar un mensaje de conciencia, de vida, de empatía por quienes son "invisibles" y también para derribar los prejuicios.
"Nosotros fuimos acostumbrados y casi domesticados como animales de que existe sólo una manera de estar en el mundo o de relacionarse: si uno quiere ser feliz tiene que casarse, tener un auto o una casa que sea suya. Imaginamos todo por la lógica del dinero, que necesitamos trabajar ocho horas por día esperando que llegue el domingo, las vacaciones o el tiempo de jubilarse. No estoy diciendo que esté mal, pero hay otras formas", reflexiona.
Es ahí donde apunta que "la gente cuando ve la caminata lo hace como si fuese algo asombroso, pero no se dan cuenta de dos cosas. Primeramente, llevo cuatro mil 280 kilómetros pero no fue algo en un día. Quiero decir que estoy haciendo algo sencillo que es caminar, lo que es común. Y lo segundo es que siempre vemos al que viene de afuera (refiriéndose a sí mismo) como que está haciendo algo estupendo, pero no se percatan que los pescadores de aquí se levantan a las cuatro de la mañana y trabajan como locos y si sumamos todo lo que caminan, quizás es más que una vuelta al mundo... El hermoso, el extraordinario, está acá. Cerquita de nosotros".
Son 30 kilómetros al día en promedio la distancia que Marcelo cubre al día, toda una travesía que registra a través de su página de Facebook www.facebook.com/caminhodealine, y con ese mismo nombre se puede encontrar en Instagram. A veces, también recibe mensajes de a poyo y preocupación de quienes conoció en este camino mediante WhatsApp (+56940304205)
Si bien en la mayoría de los casos ha encontrado refugio de quienes amablemente ofrecen su casa para albergarlo, en algunas ocasiones ha tenido que usar su carpa para dormir. Contando: 14 veces en ocho meses.
"Mira lo que está haciendo esta familia que me esta recibiendo en esta casa. Me dan comida, me dan un cuarto para dormir, pero más que eso ¿te das cuenta lo que están haciendo? Soy un desconocido y me están recibiendo como si fuera parte de la familia. Me cuentan sus historias, sus alegrías y cuando me voy de la casa me llaman. Eso me alimenta y eso me ayuda a ser una persona mejor".
Y ese mensaje tiene un tinte especial en el que el fraile intenta llevar un mensaje de esperanza y conciencia hacia quienes padecen de VIH y SIDA.
Pero al mismo tiempo señala que "esta caminata es por mí", queriendo hacer algo diferente, un cambio porque su vida se centraba en responder a las expectativas de los demás: "sentía que tenía que renovarme".
Sin embargo, dentro de sus ideales y para responder con algo concreto a quienes le preguntan las razones de esta travesía, señala que es por los prejuicios.
"¿Quién fue Aline? Era una joven brasileña del sur de Brasil que era mi hermana, pero que podría ser tu hermana y que podría ser chilena, uruguaya, colombiana, como tantas y tantas jóvenes que viven una vida miserable, que no tienen la oportunidad de estudiar, que tienen su vida marcada por el sufrimiento y que viven en el sufrimiento. Con 27 años recibe el diagnóstico de SIDA y tiene miedo de decírselo a su familia, miedo de ir al hospital y que todos reconozcan que ella es una persona que tiene VIH, miedo al prejuicio de sufrir el rechazo.
Tú, yo y todos sufrimos prejuicios ¿tenemos la más mínima idea de saber qué es ser vistos como alguien inferior? ¿Por qué mi hermana no se trató? Porque el miedo al prejuicio, al rechazo, es más fuerte que el deseo de vivir y por eso, para cambiar eso, el camino es la empatía".
El fraile contextualiza esta última línea a través de las diversas historias que ha conocido en su camino, esas de quienes son "invisibles" al mundo cotidiano y que sufren diversos problemas, buscando ser escuchadas:
"Tú puedes tener tu opinión, pero pregúntale a los gays, a los inmigrantes, a los discapacitados, a quienes viven con VIH, si es que están sufriendo con tus palabras. Todos somos vulnerables, blancos, negros, homosexuales, heterosexuales, extranjeros. El camino es también verse como alguien vulnerable".
La gran travesía continuará después de Tocopilla con rumbo al Lago Chungará, de ahí a Perú en agosto, Colombia, República Dominicana, Haití, Panamá, Guatemala, México, Estados Unidos, posteriormente Canadá, luego Senegal (África), Angola, Sudáfrica, Etiopía, Israel, Líbano, Turquía, Bulgaria, Europa del Este, Asia, India, China, Australia y, en 2027, Brasil.