Cartas
Adiós amigo Héctor "Tito"
Señor director:
Profundo dolor causó en todos los círculos de esta tierra generosa de "Sol y Cobre", el deceso de nuestro amigo Héctor "Tito" Álvarez, de una relevante trayectoria empresarial y de meritoria actuación en distintas instituciones de beneficio a la comunidad.
Tócanos hoy llegar hasta este silencioso recinto a despedir a un hombre que, sin ninguna exageración, pudiera presentarse como un extraño caso de bondad ingénita, en medio de la adversidad, egoísmo y pasiones que devoran a nuestro tiempo.
Diríase, en efecto, que Héctor "Tito" Álvarez no dio, no supo dar a la vida otro sentido que el tránsito más o menos azaroso o triunfal; pero, de todos modos, destinado a derramar en él, sin reticencias, esa virtud de las virtudes que se llama amor.
Y porque esa fue su inclinación natural, fue también que dedicó las más constantes y selectas preferencias de su espíritu a los dos templos en que los hombres conscientes y veraces encuentran la mejor posibilidad de practicar aquella virtud: el hogar y el servicio desinteresado.
Sabía que la fraternidad no puede ser jamás la resultancia calculada de los intereses o de las conveniencias, sino el fruto espontáneo de la sangre, de la fe y de las tradiciones familiares, que unen a través de las generaciones o bien de la afinidad de sentimientos, de ideas y de propósitos, que unen a través y por encima de las banderías religiosas, políticas o de otro órdenes que se disputan el mundo.
Por eso fue ejemplo de amigo, de empresario, de padre, y fue también ejemplo de hombre bueno, desde los más humildes hasta los más altos peldaños de la comunidad.
Se apaga ahora su existencia dulcemente, se durmió sobre sus almohadas para no despertar como se duermen siempre todos los hombres justos, que no encendieron odios y que tuvieron, sí, un paño tibio y acogedor para enjugar las lágrimas de los que sufren.
Es una gloria y una enseñanza poder llegar así, en tan sublime paz, al último recodo del sendero, en el preciso momento en que los hombres se dividen y se angustian, olvidados de que su destino común nos llama al amor, a la unión y a la esperanza.
Sus amigos de tantas instituciones donde participó, dejan postreras constancia de su gratitud y de su cariño hacia este hijo suyo, que la sirvió leal, valerosa y esforzadamente en todas las horas, así en las de júbilo como en las de zozobra; a la vez que a testimoniar su dolor inconsolable por el desaparecimiento de tan esclarecido hombre bueno.
Cubran su tumba las flores del amor que fueron sus predilectas.
Arturo Mardones Segura