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Un campeón que disfruta las simplezas de la vida

Abarza fue la estrella de Chile en los Juegos, pero él se lo toma con calma.
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Deportes

Alberto Abarza fue el amo y señor de las aguas en los últimos Juegos Parapanamericanos de Lima. Ganó cinco medallas, tres de ellas de oro, y siguió ampliando su enorme colección.

Posaba para las fotos con una sonrisa amplia que dejaba ver sus frenillos y con un jockey del Rey León que encaja perfectamente con su carácter jovial. Los halagos se multiplicaron. Él los agradeció, pero asegura que la vida es otra cosa y que está en otra parte.

No siempre observó lo que le pasaba desde ese prisma. El hablar pausado y el ánimo relajado que muestra hoy contrastan brutalmente con la pena y la rabia que lo afligían cuando era un adolescente al que se le desmoronaba el mundo.

Tiene el síndrome charcot-marie-toth, una neuropatía degenerativa que atrofia los músculos, y no se acuerda si cuando quedó en silla de ruedas tenía 15 o 16 años.

"Estuve encerrado dos años y me vino un bajón. Creo que mis padres jugaron un rol fundamental al no encerrarme en una burbuja, me dijeron que las cosas me iban a costar, pero me dieron las herramientas para sobrellevarlo", le comenzó al sitio Emol.

En uno de esos días difíciles, su papá se le acercó como tantas otras veces. Le comenzó a hablar y el "Beto", como le dicen sus amigos, escuchó atento. "Me dijo 'lo tuyo es como la historia de un pescador. Yo siempre voy a pescar por ti cuando tengas hambre, pero algún día yo no voy a estar y tú tendrás que aprender, o si no morirás de hambre'", rememora.

Salió de su pieza oscura, quería recuperar tiempo. Volvió a estudiar, se puso a trabajar en el Banco BCI, empezó una relación y tuvo una hija, Becciée Saray, que hoy tiene ocho años. Volvía a tener momentos de felicidad. Sin embargo, poco antes de que naciera la niña, Alberto Abarza estuvo cerca de morir. Si la conversación con su padre lo sacó de la depresión, ese hecho le hizo enfocarse en lo que de verdad era importante.

Cuando se acercaba a la treintena, un entrenador que trabajaba en la Teletón le recomendó hacer natación. Partió como una terapia y devino en un éxito rotundo. Se convirtió en el número uno del mundo y en apenas dos mundiales ha ganado 10 medallas. Es exitoso, aunque esa palabra le hace ruido.

"Prefiero ser feliz que ser exitoso. Hay mucha gente que es exitosa y no es feliz. Tengo la fortuna de poder decir que soy feliz. Tengo una hija sanita y la disfruto mucho. Tengo mi novia, mis perros, no me hace falta nada", comenta el campeón.

La Estrella