¿Constituyentes?... Un golazo
Estimado director:
Una gran preocupación manifiestan los expertos en procesos electorales, por el gran desconocimiento de la ciudadanía de los miles y miles de candidatos a constituyentes. Por ejemplo, quiénes son, qué hacen, qué saben y a qué dedican su tiempo libre. Pero ninguno de los mismos expertos manifiesta alguna preocupación si los mismos miles y miles de candidatos a constituyentes, totalmente desconocidos para el electorado, cuentan con los respaldos más que suficientes para enfrentar la importantísima labor de llegar a escribir la nueva Constitución.
Si ya es muy grave que nadie los conozca, imagínese usted lo que será el que tampoco se sepa si tienen los "dedos para el piano". Muchos dirán para eso tendrán a la mano batallones de expertos asesores constitucionalistas que los apuntalaran. Entonces la pregunta del millón sería: ¿En definitiva, quiénes van a escribir la nueva Constitución, los constituyentes desconocidos y peligrosamente muy débiles en conocimientos de temas constitucionales elegidos por las chilenas y los chilenos o la escribirán los batallones de asesores constitucionalistas que los apuntalaran?
No habría sido mejor entonces, el colocar de partida más exigencias a los candidatos a constituyentes para abaratar los costos, porque así como se ven las cosas se deberá financiar a los constituyentes elegidos y además a los batallones de asesores de expertos.
Raya para la suma: no se necesitaba quebrarse la cabeza para saber desde un principio que la señora Juanita y el tío Rorro, no iban a escribir la Constitución. El haberlos entusiasmado simplemente formó parte de la estrategia de la familia política & asociados, o sea un verdadero golazo de media cancha, en realidad de arco a arco.
Luis Enrique Soler Milla
Palabras
Señor director:
Disculpa, perdón, estoy arrepentido. Son palabras que usamos a menudo cuando hemos cometido un error o hemos ofendido a alguien. Seguramente las decimos de corazón, pero si lo analizamos objetivamente, es muy poco lo que ayudan a mitigar el daño hecho, aunque la persona perjudicada acepte nuestras disculpas y muestras de arrepentimiento. Lo ideal es pensar dos veces lo que vamos a decir o hacer, aún teniendo la razón.
Jorge Valenzuela Araya