Hijos
Señor director:
Para la mayoría de los padres, los hijos nunca crecen, y desearíamos que nunca se fueran de nuestro lado. Esta situación es mucho más acentuada en el caso de las madres. El vínculo que une a la madre con sus hijos, indudablemente que es mucho más fuerte. El solo hecho de haberlo tenido en su vientre por nueve meses, hace que se aferre a la idea tenerlo a su lado por siempre.
Sin embargo, la realidad es muy distinta a los deseos. Los hijos son parte de nuestras vidas, pero siempre llegará el momento en que tenemos que dejarlos partir. Ellos tienen que seguir su propio camino, pues es la única forma que les permitirá lograr objetivos y alcanzar metas.
Los hijos tampoco deben sentirse culpables por dejar a sus padres. Lo importante es que nunca los ignoren, y que los quieran cada día más.
Jorge Valenzuela Araya
Candidatos
Estimado director:
Y otra vez. Bastó el atisbo de un "gallito" con el gobierno, algo así como "intentar tocarle la oreja" a La Moneda, para que fuera inmediatamente sumada a la larga lista de candidata(o)s a la presidencia, por su ¿"capacidad de liderazgo"?
Hoy se tienen candidata(o)s presidenciales, gracias a "populismos desatados" y muy contagiosos, por "amadrinamiento" desde New York, o por "la (el) que la sigue la consigue", por el lema "Desde la alcaldía a La Moneda", o por "emprendimientos definitivamente personales", por el "querer sin querer queriendo", o por los que quieren "quedar en la historia", el poder contarle a sus nietos, o a que sus descendencias sepan que en algún momento fue candidata(o) a presidente y se podría seguir.
En resumen, la tendencia es que mañana o pasado doña "Fulana Zutana" o don "Mengano Perengano", basta que lancen "una patochada" en contra de alguna autoridad, o se manden "un numerito", o echen a volar la imaginación y ofrezcan un viaje "All inclusive" a Plutón, etcétera, para que de inmediato sean incluidos en la larga fila de postulantes a La Moneda.
Estimado director, una de dos...
Es lo que hay o las chilenas y los chilenos definitivamente no somos en extremo exigentes.
Luis Enrique Soler Milla