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[tendencias]

Cultivar huertos reduce el riesgo de cáncer y mejora la salud mental

Un estudio reveló que, además, los hortelanos son más activos.
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N.E. / EFE

Cultivar huertos y jardinear ayuda a bajar el riesgo de cáncer y mejora la salud mental, según un estudio que constató que los hortelanos comen más fibra, son más activos y sufren menos estrés y ansiedad.

"Estos hallazgos proporcionan evidencia concreta de que la jardinería comunitaria podría desempeñar un rol importante en la prevención del cáncer, las enfermedades crónicas y los trastornos de salud mental", destacó Jill Litt, autora principal del estudio e investigadora de la Universidad de Colorado Boulder (EE.UU.).

"Vayas donde vayas, la gente dice que hay algo en la jardinería que les hace sentir mejor", sostuvo.

Para sacar sus propias conclusiones, el equipo reclutó a 291 adultos que no practicaban la jardinería, con una media de edad de 41 años.

La mitad de los voluntarios los asignaron al grupo de jardinería comunitaria, mientras los demás constituyeron un grupo de control que debía esperar un año para empezar a cultivar un huerto.

Ambos grupos hicieron encuestas periódicas sobre su alimentación y salud mental, se hicieron exámenes y llevaron monitores de actividad.

Así, el equipo vio que los integrantes del grupo de jardinería consumían, de media, 1,4 g más de fibra al día, lo que supone un alza del 7%.

La fibra ejerce un efecto en las respuestas inflamatorias e inmunitarias, e influye en la salud intestinal y la susceptibilidad a la diabetes y ciertos tipos de cáncer.

Este grupo también elevó su actividad física en 42 minutos a la semana, versus lo que hacía antes, y bajó sus niveles de estrés y ansiedad.

"En el huerto empiezas a compartir técnicas y recetas con tu vecino, y con el tiempo las relaciones florecen.No se trata sólo de frutas y verduras. También se trata de estar en un espacio al aire libre junto a otras personas", concluyó Litt.

Hallan huevos de avestruz de más de 4.000 años en Israel

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Arqueólogos israelíes hallaron ocho huevos de avestruz de hace más de 4 mil años durante una excavación en el desierto del Néguev, informó la Autoridad de Antigüedades de Israel.

"Ocho huevos de avestruz, de más de 4.000 años de antigüedad, fueron descubiertos cerca de un antiguo fogón en las dunas de arena de Nitzana, en el Néguev", detalló un comunicado de la AAI.

Si bien aún no se ha determinado con precisión la fecha de origen de los huevos, los investigadores estiman que pueden tener hasta 7.500 años.

El descubrimiento tuvo lugar en campos agrícolas de la comunidad de Beer Milka, en el sur de Israel, muy cerca de la frontera con Egipto, durante la preparación de nuevos terrenos para cultivos.

"Este es un hallazgo muy importante que, con la ayuda de métodos científicos modernos, puede enseñarnos mucho sobre los pueblos nómadas del desierto en la antigüedad", dijo Lauren Davis, directora de excavaciones.

"Encontramos un campamento que se extiende sobre unos 200 metros cuadrados y que fue usado por nómadas del desierto desde tiempos prehistóricos", agregó la experta, que destacó que entre los hallazgos había también "piedras quemadas, pedernal y herramientas de piedra, así como fragmentos de cerámica".

Calentamiento del mar reducirá la talla de peces

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Los peces que viven en la parte oscura de los océanos, es decir, donde no llega la luz solar, por debajo de los 200 metros de profundidad, verán reducido su tamaño debido al aumento de la temperatura del agua, lo que tendría importantes consecuencias a nivel ecológico.

Así lo advierte un estudio liderado por la Universidad de Viena (Austria), recientemente publicado en la revista especializada 'Proceedings of the Royal Society B'.

Para elaborar este estudio, los biólogos marinos recuperaron otolitos, que son pequeñas estructuras del oído interno de los peces óseos que les permiten la captación de sonido e intervienen en su equilibrio- de formaciones geológicas de hace entre 700 y 800.000 años, de la isla de Rodas, en el Egeo.

Posteriormente, los midieron para estudiar cómo había cambiado el tamaño de los peces a lo largo de los periodos glaciares e interglaciares.

Según los autores del estudio, la morfología de estas estructuras es particular de cada especie de pez y su tamaño refleja directamente el del ejemplar del que proceden, por lo que se usan para saber cómo eran los peces del pasado.

"Gracias al análisis de otolitos descubrimos que, durante los periodos interglaciares, con unos 4°C más de lo habitual, los peces eran un 35% más pequeños, y lo mismo sucederá ahora por culpa del aumento de la temperatura en los mares y los océanos", auguró la líder del estudio, Konstantina Agiadi, de la Universidad de Viena.