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La vida de una superventas del cómic chileno

Paulina Palacios, creadora de "Mientras Yubooh duerme", abandonó su carrera de diseñadora para dibujar cómics.
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Andrea Lagos

La autora durante su proceso de trabajo, en su casa en rengo.

Una extensa fila espera a entrar a una tienda de cómics en un centro comercial en Santiago. Es fines de 2022 y la fila da vueltas en círculos frente a otras tiendas. Cada uno de ellos tiene un libro en la mano: "Maestro Gato", "Mientras Yubooh duerme" y "Cyrilla y Abdel", historias para niños, niñas y preadolescentes dibujadas al estilo del manga. Todos esperan a la creadora de estas sagas: Paulina Palacios, chilena de 30 años, oriunda de Rengo y criada en Vilcún.

Mientras la muchedumbre espera, una chica pasa tímidamente al costado. Su corazón late a mil por hora. El día anterior se le perdió su mascota: una cacatúa ninfa que casi le hace cancelar el evento. Pero no. Mira a las setecientas personas y una crisis de pánico la invade. Aún así, avanza. Es Paulina Palacios. Ninguno de los fans presentes conoce su cara, sólo su obra. Cuando entra al local, donde solo cabe un fan por firma, respira hondo y trata de que se le pase el miedo. O lo disimula.

"Ese día de la firma de libros fue el primer día después de la pandemia. Yo había anunciado en redes sociales que firmaría todos los ejemplares que llevaran. ¡Pero nunca pensé que llegarían 700 personas cada una con más de un libro! Yo quería hacer dibujitos en cada libro, pero me pidieron que sólo firmara, porque si no, habría estado de sol a sol dibujando. Estuve cuatro horas firmando libros", recuerda.

La colección "Mientras Yubooh duerme" (Planeta) ha vendido más de 50 mil ejemplares. Y la obra ahora escala al mercado español donde ya se agotaron las primeras 5 mil copias.

Antes, la dibujante publicó "Maestro Gato" y "Cyrilla y Abdel" en una editorial nacional, Visuales, que apostó por ella cuando vio su primer borrador: la idea de un gato vestido con una humita le entusiasmó al dueño de la casa editora, que apostó todas las fichas a la joven y desconocida dibujante.

Luego de ese estreno en una editorial pequeña, las grandes editoriales han querido comprar los derechos de "Maestro gato" y "Cyrilla y Abdel", pero Paulina se mantiene firme con su primer editor independiente. "Él creyó en mí antes que nadie, no lo voy a abandonar", admite.

Sólo publicó en Planeta la obra que vino después. Ya ha completado tres números de Yubooh y ahora prepara el cuarto para que salga a librerías en noviembre de este año. La clave de las historias que dibuja Paulina Palacios es que termina el primer tomo y el lector quiere saber qué pasa con el segundo. Y terminado el segundo, quiere saber lo que viene después. Es como una historia sin fin.

Su historia

Yubooh es una chica que ingresa a la "Academia Saturno", un internado de estudiantes que se visten de negro. Ella supone que allí aprenden magia, pero no logra comprobarlo. En cada viñeta hay un trabajo minucioso de ilustración que Paulina adquirió de manera autodidacta. Todo lo aprendió mirando y ensayando. Y se inspira en gente real.

"Me salí de la carrera de diseño, porque yo quería hacer cómic. Ninguna otra cosa. A veces no me resultan los hombros de mis dibujos: me cuesta llegar a que se vean bien. Entonces lo que hago es buscar muchos modelos de hombros en Pinterest. Me inspiro en fotos de personas reales y trato de imitarlos. En el verano me obsesioné con los hombros y después, de tanto ensayar, lo logré", relata frente a la tablet con la que dibuja digitalmente.

Antes de que pudiera vivir del cómic tuvo que pedirle a su papá que le comprara una tablet. "Le dije que me la pedían en la carrera, aunque no era cierto", dice.

-¿Qué quería él que estudiaras?

-Medicina. Algo que diera plata.

-Y antes de tener la tablet, ¿en qué dibujabas?

-En Vilcún, cuando era niña, dibujaba en la pared que era de cartón.

Su vida en Vilcún, sector rural de Temuco, fue crucial para el mundo que Paulina Palacios crea hoy en la tablet y luego en papel. Creció jugando en un bosque que estaba cerca de la casa de su abuela. Los pastos largos se lo ponía en la cabeza como pelo largo y verde. "Me creía Sailor Moon", ríe tímidamente.

Cuando llovía, veían dibujos animados. Ella y unos amigos del campo. Y esas historias de animé trataba de imitarlas cuando apagaba la televisión. Era un mundo sin internet, por lo que dibujaba de memoria. Al día siguiente veía cómo le había salido: nada mal.

Su mundo ideal es dibujar todo el día en el estudio de Rengo donde vive ahora, sola. Cuando está armando la historia pone música de series animadas que le gustan y se va imaginando mundos y escenas. A veces también escucha audiolibros que le inspiran. "La música me va llevando. Yo sólo sigo lo que aparece en mi cabeza. Eso sí que cuando empiezo a entintar, que implica menos concentración, me junto con dos amigas dibujantes que también han publicado en la editorial Visuales", cuenta.

-¿Cómo lograste crear todo este universo?

-Lo que yo tengo no es talento, es hábito. Me hice el hábito de dibujar. A veces no tengo ganas de dibujar, pero igual lo hago porque lo he hecho así durante años, todos los días. Eso del bloqueo no sé qué es. Solo me doy un día de descanso, pero a veces ni siquiera me lo tomo porque lo paso bien dibujando.

-¿Recomiendas perseguir los sueños?

-Yo creo que sí. Yo no terminé mi carrera, no sabía cómo hacerlo, pero iba a hacerlo: dedicarme al cómic. Y sí se puede.