El Mapocho es una pasarela japonesa
Al menos en lo que respecta a moda, en Chile estamos a años luz de las tendencias de Japón. Y aunque nos separan ccerca de 17 mil kilómetros, una vez cada tres meses, decenas de fanáticos de esas tribus urbanas salen a pasear por Santiago a mostrar con orgullo sus ropas, maquillajes, cabellos y colores llevados al extremo, inspirados en la onda asiática. De eso se trata el "Harajuku Fashion Walk".
Hay mucha gente apretada en la pasarela que conecta la calle con el segundo piso del Mall Costanera Center, en Santiago. Aunque están haciendo taco para entrar, los ojos están pegados en lo que pasa allá abajo, en la vereda. Uno saca un celular. Hay risitas. Y fotos, muchas. Una señora con las manos invisibles de tantas bolsas de tienda que lleva, se queda mirando extrañada.
-¡Mírenlos! -le dice al aire- ¡Qué parecen ellos!
Esos "ellos" son los casi cuarenta asistentes que llegaron a la "Harajuku Fashion Walk", una caminata que se hace una vez cada tres meses donde se defiende el derecho a vestirse como a uno se le antoje. La Harajuku partió en Japón y, por lo mismo, la mayoría de los que vienen al Costanera están vestidos con algún traje inspirado en la onda oriental, casi todos con algo distinto. Hay chicas de rosado entero, delantal y tiara con corazones adornando la ropa, pelos con todos los colores del arcoíris, mascarillas simulando estar decoradas con sangre, piercings que rodean toda la boca.
Diez años atrás, cuando la moda japonesa se podía ver en la tele en "El Diario de Eva", la gente hablaba de los otakus y, a lo más, de los "visual key". Pero como en Tokio la estética va a años luz del mundo occidental, ahora hay tantos subgéneros como arena tiene el mar y en Chile no le pierden los pasos. Por las calles se podía ver estilos como el eroguro, decora, gyaru, sukeban, angura key, oshare key, gothic lolita, deko lolita… y la lista sigue, dependiendo de cómo van las tendencias a 17.258 kilómetros de acá (ver recuadro).
Como cualquier tribu urbana, la mayoría se conoce de otros eventos donde también hablan de música y animé. Un par de chicas se reconocen de lejos, se abrazan y comienzan las selfies para mostrar todo el trabajo de sus outfits (trajes). Cuando ya están listos, alguien de la organización dice que es la hora de marchar. Y de pronto, todos los grises de colectivos y edificios santiaguinos se mezclan con colores, luces, orejas de conejo, trajes de marinero y el paso de un Godzilla gigante.
"Ahora se acepta harto esto. Éramos mal mirados, muy mal mirados", dice Andrés Zamora, "Blade Z" (31), considerado como uno de los primeros visual que se vieron caminar por Santiago. En el año 2000 él tenía 15 y un amigo le regaló un ejemplar de Minami, revista española especializada en manga y animé japonés que venía con un CD que incluía temas de L' Arc ~en~ Ciel y Malice Mizer. Blade averiguó por aquí y por allá y llegó al visual key, "enfocado en un shock visual", dice.
Un día, Blade salió a la calle con un traje rojo. Cuenta que le gritaron desde maric... hasta power ranger, pero no estaba ni ahí. "Pero uno con la personalidad salía porque le apasionaba". Los años siguientes pasaron entre buscar lugares para hacer fiestas de música japonesa y defenderse de los neo nazis que se paraban afuera de los carretes para golpearlos con bates y manoplas: "Vi cómo le pegaban a la gente. Me trataron de pegar muchas veces, fue una época súper compleja", menciona. "Hoy, las cosas cambiaron y se sienten más aceptados".
Hello kitty
"¡Hola chicos!", dice un joven acercándose a Alice (25) y su pololo, Shadow (23) "¿Les puedo tomar una foto para "Viste la Calle?"
Ambos aceptan. Click, click. Gracias, dice el hombre de la cámara.
"Quiero tomar, mi cuerpo lo necesita", menciona Alice después de las fotos. En una bolsa de supermercado tirada en el piso tiene unas cervezas fondeadas para más rato.
La marcha se detiene a unas tres cuadras del Costanera Center, en el Parque de las Esculturas. Comienza una avalancha de fotos. Mucho "hipster" de bufanda y abrigos largos anda con su cámara mirando con curiosidad. Una chica de kimono y sombrilla es de las más solicitadas para las imágenes y otros, admiradores, piden por favor una selfie. Un "Pikachu" gigante es la sensación de la tarde y camina a pasitos cortos, porque dentro hay un motor de aire que rellena el cuerpo. "Te dura como una hora más o menos (el aire)", se escucha una voz dentro de Pikachu.
Hace frío y tal vez por eso, dice Mika, uno de los líderes de la Harajuku Fashion Walk, que vino menos convocatoria que otras veces. "Mucha gente creyó que iba a llover", reflexiona. Hace tres años que comenzó con este desfile y hace dos que decidió decolorar todo su pelo para darle toques de verde, fucsia y azul, que cubren su cara blanquecina y completan el outfit con un largo abrigo café. Hace poco se dejó la barba y también se la tiñó. "En una hora está listo", asegura.
Está anocheciendo y la organización pide una foto grupal a todos los que aún están en el Parque. "¡Harajukuuu!" gritan todos. Aparte, otros piden fotos con la chica Hello Kitty que es una de las más vistosas en la foto. Clementina tiene 20 años y tiene el cuerpo cubierto con productos de la gatita con moño. En su cuello de "chica decora" hay siete collares, al menos diez pulseras en las manos, anillo en cada dedo (menos el pulgar) y la nariz cubierta con un parche curita donde también sale la imagen de Hello Kitty. Su cara, sus manos y sus uñas están teñidas de lila, un trabajo de producción que le costó seis horas:
"Me gusta Hello Kitty desde que soy chica. Tengo agendas, sábanas, cortinas, pisos, cosas para el pelo".
-¿Qué te gusta de Hello Kitty?
-Que tenía amigos, muchos amigos. Creía en la amistad.
-¿Está perdido ese valor?
-Sí. Cada vez más la gente se aprovecha de los intereses de cada uno.
Moda rupturista
Mientras una chica regala Yoguetas (chupete) y en la baranda que da al río Mapocho un grupo ya se bajó un display de cervezas, la guardia del Parque de las Esculturas anuncia que la plaza va a cerrar, así que hay que irse. Ana Vásquez (21) y Dani estudian periodismo en la Universidad de Chile y aprovechan de tomar las últimas fotos de trajes para Dolls Cosplay Magazine, una revista online que hacen con Noriaki, hermana de la joven reportera.
"Queremos llevar estas expresiones de moda que son muy aisladas. Esto para la mayoría de la gente es extraño y queremos asociarlo a la moda de más alta costura, darle mayor nivel a esta clase de moda", añade.
Del labio de Ana cuelga una cadena que ella misma fabricó. Confiesa que el maquillaje salió algo improvisado (puntos en su cara, rojos) pero era porque no tenía muy buenos materiales. En Chile, dice, la gente está acostumbrada a vestir de una forma determinada y no se atreve con estas cosas, pero esto es rupturista. "Son ellos, esta juventud, los que están rompiendo con el esquema", dice esperanzada.
La hora se hace, la guardia se impacienta y todos se tienen que ir. De la reja para afuera, toda la lluvia de colores se vuelve a perder entre la noche y las luces de los grises autos santiaguinos, hasta la próxima Harajuku. De un parlante sale rock en japonés. Unos se van a carretear a La Florida, un grupo se pierde en el San Cristóbal, otros ya están compartiendo sus fotos en Facebook y piden que, si alguien los vio, los etiquete. Del pequeño Japón que apareció de pronto en medio de la capital, en apenas unos minutos sólo quedan unos envases de Yogueta y uno que otro pucho tirado en el pasto.