Contraportada

Verónica Marinao

"Yo no quería ser un gomero", lanza Paulina Nin al recordar el verano de 1983, cuando, con 22 años, animó por primera vez el Festival de Viña del Mar (luego lo haría en 1985, 1991 y 1992, siempre junto a Antonio Vodanovic). Lo dice porque, hasta antes de ella, las animadoras jugaban más bien un rol de acompañantes. "Y no estoy hablando mal de las anteriores, porque cada uno y cada una es lo que quiere ser y hace su trabajo como quiere hacerlo, pero yo creo que uno tiene que trabajar a la par con un compañero y no detrás de él o que él te esté diciendo qué decir. Muchos veíamos que eso pasaba en el escenario. Antonio (Vodanovic) como que sacaba a la animadora del codo, la ponía en el lugar así como diciendo 'ahí te quedas', y ella hablaba y aplaudía en los intervalos en que él se quedaba callado", recuerda en estos días en que está como panelista invitada del matinal de TVN, "Buenos días a todos".

Dice también que en ese entonces quiso romper con la tradición de los vestidos largos y que se atrevió con vestidos bajo la rodilla. Se ríe cuando lo recuerda, porque hoy ese largo es más que normal, pero en ese tiempo era impensado salirse del look tradicional de una gala.

-¿Ve una de cuota de feminismo en esa decisión?

-Yo creo que sí, pero no el feminismo competitivo, sino el feminismo donde tú te respetas a ti misma y, al respetarte tú primero, haces que los demás te respeten. Yo me respeté al decir "perdón pero a mí no me impongan (ropa) porque yo tengo 22 años y me quiero vestir de tal o cual manera, déjenme hacer mi pega. Si tengo algún tropiezo en la animación, por lo menos déjenme probar que hay dos profesionales en el escenario y no una linda acompañante". Pero no es la competencia de ir en contra del hombre que tienes al lado, eso yo no lo comparto, porque creo que las mujeres nos hacemos un flaco favor si andamos peleando con los machos, porque no es necesario. Las mujeres, a través de la historia, han demostrado lo que valen, como científicas, filósofas, médicos, poetisas, actrices, o lo que sea, no han tenido necesariamente que pelear con el que tienen al lado; han hecho valer lo que ellas son y lo que pueden hacer.

-En estos días de Festival, ¿siente nostalgia por su rol de animadora?

-No, porque este es otro Festival. Si el Festival fuese lo que era, con la concha acústica, con esa cosa mucho más familiar, sí. Pero no siento nostalgia. Todos coincidimos en que el Festival se convirtió en un programa de televisión y en un circuito de recitales. Sería diferente si el festival hubiera seguido teniendo esa cosa de la antorcha entregada por el público o que la animación tuviese, como en el caso de Antonio y mío, autonomía propia. Era Riesenberg (el ex director del certamen) el que nos tenía que seguir a nosotros, porque nosotros sabíamos el pulso de lo que pasaba, tanto en el escenario como en la Quinta. Nosotros no teníamos muela (comunicación con un audífono), entonces no teníamos contacto con el director, nosotros manejábamos lo que pasaba y si había que rellenar, rellenábamos, y si había que entregar la antorcha, la entregábamos, y si no, no la entregábamos. No entregábamos la antorcha por entregarla, la entregábamos porque, si no, la Quinta se venía abajo.

-Tenían más autonomía...

-Los animadores tenían otro cuento, una magia, no había camarines, entonces nosotros salíamos vestidos del Hotel O'Higgins. Teníamos que pararnos a la salida del hotel para que nos tomaran fotos, era una cosa muy cercana. Hoy lo veo como un negocio, que no es malo, porque hay que adaptarse a los tiempos, pero las gaviotas están auspiciadas. Cuando se entrega una gaviota ¿qué es lo que sale en pantalla? Sale la gaviota volando, pero con la marca de una telefónica. Cada vez que se entrega una gaviota, el auspiciador paga.

-En ese contexto, me imagino que no le gustaría volver a animar Viña...

-No, es que además ya son otros tiempos, tendría que ser como un recuerdo, una noche especial, por ejemplo, y estar con Antonio, pero animar, no, para nada.

Paulina Nin dice que, de las animadoras que vinieron después de ella, una de sus favoritas es Soledad Onetto, porque siente que está en la misma línea que ella. También destaca a María Luisa Godoy: "La veo muy cercana a la gente, es muy natural. Ella, siendo muy atractiva, no quiere ni pretende competir con la Carolina de Moras, porque la De Moras es una modelo que llegó a la animación y lo hizo muy bien, pero acuérdate que en los primeros años era súper criticada. Nadie puede competir con la facha de la De Moras".


nostalgia del Festival de Viña"

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